jueves, 25 de febrero de 2010

De la tarta de la vida




A veces me pregunto cómo no me he dado cuenta antes de algunas cosas. Igual es que no quería. Era como una pescadilla que se muerde la cola o como eso perros que dan vueltas sobre si mismos, tratando de morderse el lomo buscando pulgas.

En la mente entran conceptos e ideas sobre los que no dejas de trabajar, porque hay que solucionarlos, porque no se pueden quedar así. Hasta que un buen día te percatas de que esos problemas, problemas porque los conviertes en ello, no tienen solución. Sencilla y llanamente, no la tienen. Y se te pasa por la cabeza… A ver, si yo retiro este tema y este otro y ese de más allá…

Y de repente parece que no tengo problemas, sólo los que pueden venir del día a día, de unos horarios y de la vida que venga con el camino. Creo que me he llegado a sentir tan mal por motivos que no vienen a cuento, que lo que para otras personas es terrible, para mí ya no lo es tanto.

Pero no dejan de ser terribles porque no me importen, sino porque no tengo por donde agarrarlos. Es como si hubiese una tarta a comer entre varios pero por ganas, antes de que vengan los demás, alguien ha cogido un trozo y se lo ha comido. Entonces trata de situar los trozos que quedan para que no parezca que ha comido algo, pero se nota, no deja de notarse. Entre trozo y trozo queda un hueco apenas imperceptible pero está ahí. Y no puede arreglarse a no ser que vuelva a reunir todos los ingredientes y haga una nueva tarta. Pero es posible que no haya harina suficiente o que falte algún huevo o que el azúcar no sea de la calidad adecuada.
Entonces sólo queda comerse un trozo de la tarta, que a veces será dulce y otras, vendrá acompañada de agria nata.

De esa tarta, de la tarta de la vida.



viernes, 19 de febrero de 2010

Ahora




Taza de té en los labios.
Papel blanco sobre la mesa.
Tinta azul envolviendo sensaciones.
Líquido caliente en la boca.
Mano desplazando el bolígrafo.
Luz sobre la cabeza.
Caja registradora sonando.
Gente sentada hablando.
Brazos vestidos de rojo.
Mi mente está callada.
Sólo habla el ahora.



domingo, 14 de febrero de 2010

Ternura




Recuerdo un poema de Manuel Rivas que suena:

Ver al hombre sólo,

débil,

con las pezuñas en la nieve,

armiñado de estrellas,

aullando al infinito.



....................................


De frente, habla un hombre
diciendo que no le importa lo que yo piense,
mientras expresa lo que siente.
No para de hablar, no para.
Aunque diga que no le importa, de hablar no para.

Su barbilla tiembla,
como los pétalos de una flor ante el rocío de la noche.

Y a mí, al sentirle así…. Se me llena de ternura el alma.



sábado, 6 de febrero de 2010

La mía




Dejé de llorar las ausencias.
La de los muertos
y la de los que están, pero no están.
Tantas veces se abrió a raudales
el caudal de la soledad,
que me cansé de tirar la caña
para pescar nadas.
Entonces me pregunté si fueron ausencias
o anhelos no hallados
a los que dediqué demasiado tiempo
en esperanza de encontrar algos.

¿Qué es la ausencia si no algo que echas de menos?

Si volviera a llorarlas,
viviría la más grande de las ausencias.
La que me roba de ser esencia.
Hoy un pájaro, mañana madre y mujer
y pasado, un simple capullo de amapola.

La mía.