viernes, 30 de abril de 2010

Monedas en el camino al poblado nubio.




"nos"


La barca continúa su curso entre juncos y piedras. Dejamos a la derecha la tumba del Aga Kan y su residencia.


A la izquierda el jardín botánico, extraña por su frondosidad enfrentada a la arena de la orilla. La orilla, en la que el agua juega a deslizarse un poco adentro, un poco más. La orilla, en la que niños se deslizan chapoteando y nos gritan, saludándonos con la mano.


Estoy entretenida viendo todos los matices que ofrece el paseo, sintiendo la brisa en la cara. Una voz canta una habanera muy suave, incluso parece fatigada. No acierto a localizar de dónde proviene, hasta que me doy cuenta que la tengo al lado.


Junto a la barca, sujeto a ella, en otra barca más pequeña, un niño de unos doce años canta. Ha venido remando con los brazos y se ha agarrado a nuestra embarcación para conseguir unas monedas. El guía nos explica que se arriman y escuchan a los que viajamos para acertar con el idioma de la canción a interpretar.


Su piel luce curtida por el sol y nos canta. Nos canta hasta que consigue unas monedas. Le vemos alejarse, yendo hacia la orilla.


Pocos metros después se acerca otro muchacho de unos quince años pero viene sin barca. Nada hasta que se pone a nuestra altura y nos saluda. Después de que se marcha, pienso que significarán para ellos esas monedas, lo importante que son que salen al río a jugársela con tal de conseguirlas.


Sabía que en este viaje iba a ver pobreza, pero esta pobreza es distinta, porque ellos trabajan para ser un poco menos pobres, luchan dentro de las posibilidades que su día a día les ofrece.


No esperan una ayuda del cielo,
pelean por tenerla.
No se sientan tratando de dar lástima
trabajan por su sustento.
No se lamentan de su suerte,
luchan por conseguirla.
Y la consiguen,
la ayuda y la suerte,
dejando la lástima aparcada en un rincón.
Se merecen todas las monedas del mundo.




domingo, 25 de abril de 2010

En el camino al poblado nubio.



"nos"
Assuan. Río Nilo.



El paso entre las pequeñas barcas es complicado. Cuerdas y cables de acero se cruzan por doquier. A veces hay que pisar primero una proa y en la barca siguiente la popa es la que nos recibe. Es como una pequeña aventura pasar de una a otra.

La barca que nos va a llevar hasta el poblado es similar a las que hemos pasado. Blanca con pequeños toques de color, nos acoge en su seno. Me siento y mientras los demás van llegando, uno de los dos hombres que dirigirán la barca, se afana por llenar el depósito de gasoil, mientras el otro se dedica a poner unas pequeñas frutas, parecidas a peras sobre un banco cubierto por una tela y después limpia un pequeño recipiente en el agua el río y lo seca metiendo a continuación unas pipas que creo que son de calabaza.

El guía nos invita a degustar las viandas. Al iniciar el viaje nos han avisado que no bebamos agua que no sea embotellada y estoy viendo que la fruta está húmeda y el recipiente de plástico limpio con agua del río. Si lo pienso fríamente me viene a la cabeza, futuros dolores de barriga y me cohíbo. El grupo no se atreve a pesar de que el guía insiste y come delante de nosotros.

La barca, con el ruido del motor de fondo se mueve, se desplaza. En poco más de dos minutos estamos en el centro del río.

-Vamos a bailar- dice el guía.

Nos miramos tratar de averiguar a que se refiere. Uno de los que lleva la barca, coge un instrumento musical de percusión y mientras va tocando ritmos con la mano, comienza a cantar.

- Alere, alere.
Y todos repetimos:
- Alere, alere.

Y mientras cantamos nos cogemos de las manos en alto y damos vueltas alrededor del banco de la comida.

Estamos, a las ocho de la mañana, bailando y cantando en una pequeña barca que navega sobre las aguas del río Nilo. Me río encantada de lo que hago, de lo desinhibida que estoy, de lo feliz que me siento y de lo que estoy disfrutando. Es mucho estar aquí… Es maravilloso.

domingo, 18 de abril de 2010

Límites



Es bueno reconocer los límites de cada uno. Es como tener una barrera que nadie puede sobrepasar porque te hace daño.

Durante muchos años la han sobrepasado y yo lo he tolerado, me he dejado llevar, hasta darme cuenta cuales eran esos límites. Y al hacerlo, también he aprendido a respetar los límites de otros. Pero el darme cuenta de ello me ha llevado también a apartarme de algunas personas. Porque esas personas los sobrepasan continuamente, claro está sin darse cuenta, porque no me paro a explicar que es lo que me sienta mal.

También están las personas de las que nunca me apartaré porque saben donde están mis límites y los respetan. Quizá porque también son sus propios límites y saben tratarte como necesitarían que les tratarán a ellas.

También he aprendido que según con quien hables no es bueno ser claro, porque el tratar de explicar donde están tus límites puede convertirse en un arma de doble filo que se vuelve contra uno mismo, porque al no comprender la otra persona lo que te sucede, eres algo así como un bicho raro, al que no se le puede decir nada.

…………………….

Ayer estuve paseando con una amiga que está pasando un mal momento. Le estaba contando una situación sucedida esta semana en la que alguien sobrepasó mis límites. Empecé a despotricar, no contra ella sino contra la situación que me había revuelto por dentro y de repente me pidió que dejara de hablar así, porque le hacía daño, porque le dolía, porque le afectaba.

Comencé a hablar en voz baja y dejé de despotricar, dándome cuenta del momento que estaba viviendo. La oportunidad de dar lo que siempre he deseado que me den, cuando trató de ser asertiva respecto a como me siento cuando sobrepasan mis límites. La confianza que estaba depositando en mí era muy grande, abriendo sus sentimientos, enseñándome sus barreras basadas en la experiencia que de la vida ha sacado.

No pude evitar ponerme a llorar, y en su malestar llegó a preguntarme si había dicho o hecho algo que me sentará mal. Traté de explicarle lo que me sucedía pero no se si me entendió.

Retirar el ego de la mente y ponerte en el otro lado. Observar la asertividad de la persona que está enfrente y tratar de entenderle y de ayudarle para que no se sienta mal ante nuestros actos, siento que es uno de los mayores gestos de unión que puede haber entre dos personas.

Sencillamente, con su confianza, me dio la oportunidad de dar algo muy grande.




miércoles, 14 de abril de 2010

En la ciudad de los muertos

Ciudad de los Muertos



"nos"


En la ciudad de los muertos,
viven entre lápidas funerarias.
Tumbas de mármol que cuidan
quienes no tienen donde caerse muertos.
En la entrada de la casa
sobre una alfombra
come un plato de zanahorias cocidas,
una pequeña y morena niña.

Cuando paso junto a ella me mira.

Me revuelvo por dentro…
Su cuerpo está rodeado de moscas.
.
.
.

sábado, 10 de abril de 2010

Mi viaje

Egipto 2010-722



Abu Simbel


Mi viaje… El viaje de mi vida. El que había estado esperando durante muchos años. Económicamente difícil, pero llega un punto en el que he tenido que liarme la manta a la cabeza porque sino no lo hago, mientras veo como van pasando los años, llenando carpetas con artículos, pidiendo en fechas señaladas libros que hablen de todo esa cultura que me fascina. Vamos, que en mi casa hay un rincón señalado con unos pocos adornos que me han traído amigos que habían estado allí…


Y en un momento siento que ese allí no es allí, sino aquí porque estoy tocando la piedra. Esa piedra que resiste el paso del tiempo, de miles de años entregada a ser acariciada. Es aquí y es hoy, viviendo el calor del sol como si de una fantasía se tratara. Pero es ahora, en este instante cristalino y limpio. Piedra arenisca que me mira y que toco, que me desborda.


En medio del desierto, junto a un lago de azuladas aguas, siento a la piedra tan desnuda como me siento yo. Mi hijo me observa y me abraza porque no puedo parar de llorar mientras mi pareja no deja de sacarme fotos porque sabe lo que este momento significa para mí.


Ramses y Nefertari, eternos esposos y amantes, testigos de mi alegría y de mi llanto.