viernes, 24 de agosto de 2012

Saint Michel








Por la mañana
 







Ascendiendo







 
Desde arriba








En la muralla





Cuentan que en el año 708. El arcángel San Miguel se apareció en sueños al obispo de Avranches, de nombre Aubert, indicándole que debía consagrar el monte Tombe a su nombre.

Aubert hizo caso omiso al requerimiento del arcángel pero a la tercera aparición del mismo decidió cambiar de opinión. San Miguel había dejado la marca de su dedo en el cráneo del obispo.

Y así comienza la historia de Mont Saint Michel, una pequeña isla en el norte de Francia, perteneciente a la región de Normandía. Su inconfundible silueta habla de construcciones imposibles que se han realizado, levantado y consagrado.

Sobre pequeñas capillas dedicadas a vírgenes y santos se han erigido gruesos muros y columnas románicas y góticas. La espiritualidad se siente en el interior de la abadía cuya belleza se introduce dentro, muy dentro de mis profundidades.

La luz, sobria en las criptas, luce esplendorosa en La Maravilla y en la iglesia. En la marisma, se refleja en la marea cuando lame la orilla y en los charcos cuando se retira.

La muralla abraza el granito desde la base del monte, protegiendo el pequeño pueblo habitante de la ladera que asciende hacia el conjunto abacial. A pocos kilómetros, los carneros aprovechan los “herbazales salobres” que el mar ha regalado a la tierra.

La figura dorada del arcángel con su espada dirigida al cielo vigila sus dominios.
 
 
 
 

domingo, 19 de agosto de 2012

Dinan


 




.
.

.

.
.
El Medievo recorre tus venas,
mientras el río a tus pies
halla en su pequeño puerto,
barcos de vela con que halagar al viento. 
.
Entre murallas encontrado,
un pueblo de cuento para soñar un rato.
Adoquines de piedra del calzado sustento
y de madera, fachadas mirando al cielo. 
.
En cada cruce de calles,
tus entramados me hacen nuevos guiños
que me obligan a abrir la boca
y a exclamar portentos. 
.
Desde la torre del reloj contemplo
siglos de vida por el hombre, forjados.
Acunada entre pizarra gris, contengo el aliento.
Mi mente arrastra versos que busco rimar.
Incomparable muralla, precioso Dinan.
.
.
.
.