martes, 29 de enero de 2013

Cuando hace frío




 








Camino en movimiento de caderas
con mis pies arrastrando sensaciones,
las rodillas en continuada doblez
conforman el conjunto de un sentido corcel. 
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Sonrisas y reflexiones me acompañan
junto al chico que fue mi doncel.
Tarde de enero cuya esencia atrae al frío
poco rato después de comer. 
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Mi cuerpo se rebela de pronto,
buscando sin duda el sendero romper,
meto la tripa y controlo el aliento
subiendo la marcha para rápido volver. 
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Más no aguanto el traqueteo
contagiando tu risa mi troquel.
Me agarro el vientre y respiro de nuevo
reanudando la dirección que recorren mis pies. 
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Una niña sostenida en brazos
consigue mi concentración al momento romper.
Los leotardos bajados y su trasero al aire
recuerdan a mi vejiga lo que deseo hacer. 
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En una esquina después de un buen rato,
una cafetería me ofrece un buen café,
pero me olvido del café y de mi pareja
porque sólo en el baño, anhelo pacer. 
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Paso por delante de una mujer que decidida
busca en el aseo su próxima parada.
Que no aguanto más, siento por dentro
y allí me aposento, como si fuera una vaca. 
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Cuando salgo, mi compañero mi mira
contemplándome tranquila y realizada,
ya que no hay mayor placer que hallarse plena
después de haber meado una espléndida meada.
 
 
 
 
 

viernes, 18 de enero de 2013

Tuya, no.


  
 
 
 
 
 
A la luz de unas velas
cuyos entes se deforman,
me cuestiono como no he visto
lo que podía suponer
que nos escucharás discutir,
cuando en la conversación, el tema eras tú. 
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De que discutiéramos, la culpa
sólo es nuestra, vida mía,
no tuya.
 
 
 
 
 

domingo, 13 de enero de 2013

Muebles


 
 
 
 
Reconozco mis muebles
entre palabras que fecundan vidas. 
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Esa mesa, cuyo entorno se colma de cariño
encontrado de mensajes y sonrisas.
A mi lado, de trises compañera,
osada y cercana, se acomoda la silla. 
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Son ambos dos, dueños de huellas
que la moda va cediendo risueña
a los sabores de los azares
acertados por las nevadas veredas. 
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Savia consejera, la que surca las venas.
Erudita esencia de sabia presencia.
 
 
 
 
 

martes, 8 de enero de 2013

Esa línea tan fina













Recuerdo cuando era pequeña…

Mi padre nos llevaba a mi hermana y a mí al monte, a recoger musgo y cortezas de árbol para hacer el Belén. Llevaba a casa la mesa de camping y forraba la parte de abajo con papel de regalo para que no se le vieran las patas.

El celofán azul era agua viva bajando de la montaña y terminaba durmiendo en una pequeña laguna en la que nadaban dos patitos. El musgo nos traía suave verdor oliendo a tierra fresca cuya esencia destacaba al borde del camino. Las cortezas rugosas de los árboles conformaban la estructura del portal que albergaba a la familia del bebé recién nacido. El pan rallado, arena del camino, se pegaba a los pies de los pastores y los camellos que transportaban a los Reyes Magos. La harina lo pintaba todo de blanco nuclear y las luces escondidas bajo el pozo y a los pies del portal llenaban de emoción aquellos días de Navidad.

Cuando me casé, mi compañero, poco amigo de tanta historia, tuvo que lidiar con lo que había. Ya se podía poner como quisiera. Hice mi primer Belén de barro y después lo pinté. El musgo artificial y el corcho junto con el pan rallado y el papel de plata, me siguen acompañando y sé que lo harán siempre.

Con los años, mi pareja terminó regalándome un Belén mexicano y después de conseguir meterle el espíritu navideño e iniciar él la costumbre, es ahora mi hijo el que adorna el balcón con luces que hacen que parezca una discoteca.

Pero el que me acostumbró a sentir esa alegría y ese espíritu navideño, ya no quiere vivirlo así. Este año he pasado la Nochebuena, el día de Navidad y el de Año Nuevo sin mi padre, por decisión suya. A pesar de saber que no tenemos ningún problema en llevar todos los bártulos a su casa para hacer la cena, como llevamos haciéndolo hace años, su manera de vivirlo este año, ha sido esa. Hemos estado juntos en Nochevieja y el día de Reyes, pero ha sido por causa mayor. Se quedaba sólo.

Y ahí entra esa línea tan fina que hay entre el amor y egoísmo. Y sé que no he de cuestionar el ego de mi padre, porque si lo hago, lo siento desde mi propio ego y terminaría enfadada, cabreada y molesta con él. Tengo que verlo con el amor de haber respetado su decisión y terminar por aceptar que esa parte de mi vida con él se ha terminado. Los porqués, abandonarlos y sentir que todavía tengo muchos momentos para compartir con él.

Aunque su decisión me haya aportado tristeza…