jueves, 27 de febrero de 2014

KANTHIA





 
 
 
 
"nos"
 
 
 
 
Es blanca y se llama Kanthia. 
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Se mueve y se excita, sin apenas rozarla.
Se contonea hasta untarse con el aire más amigo.
A límites insospechados me traslada. 
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Me arrastra, sus andares trotando.
A la inglesa, arriba y abajo.
Levantado, arriba, arriba.
Sentado, el cuerpo resbala sobre la silla. 
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Anticipada la galopada
varios pelos de su crin terminan arrancados.
Un quiebro me derriba y mi cadera
golpea el suelo bañado en grosor de arena. 
.
La profesora comenta
que me he caído a cámara lenta.
De costado.
Me levanto y vuelvo a montar. 
.
Pese a tan repentina caída,
sigo cabalgando en sintonía,
trasladando al aire,
diáfana sonrisa.
¿Qué tendrá Kanthia que sin pausa me llama?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 17 de febrero de 2014

Comiendo pipas


 
 
 
 
 
 
 
 
Sentada en el sofá del color de la nieve.
Tú, delante de mí, en el suelo, sobre un cojín.
Mi brazo te rodea, mi mano se apoya en tu pecho. 
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El duende que sale en la tele
tiene pelo en la parte delantera de la cabeza.
Flequillo blanco.
Te comparas con él, haciendo alusión
al mechón que tienes en la frente.
Nos reímos.
 
Mientras vemos la película,
tanta sencillez me sacia. 
Un plato con cáscaras.
Comiendo pipas.
 
 
 
 
 

domingo, 2 de febrero de 2014

Fortaleza


 
 
 
 
 
 
 
 
María Roosen
 
 
 
A veces siento que no puedo avanzar con las situaciones que se me presentan y me dejo llevar por sentimientos  que me trasladan a dormir poco con el consiguiente despertar en medio de la noche.

La cabeza da giros y vueltas mientras elucubro mil y un caminos para no hacer lo que inevitablemente me llama.

Me detengo y en vez de sentir tomo la decisión de pensar, de estudiar las consecuencias de hacer, de cavilar las secuelas de no hacer y entonces reparo que el resultado de mi inactividad puede acarrear muchos más problemas que el proceder.

Entonces me agarro las enaguas e inicio un trajín que me llevará días, incluso semanas de búsqueda cuyo término inequívocamente acarreará un rosario de decisiones.

Es curioso como dejar el miedo al lado me hace sentir más fuerte, como si tuviera un sólido compromiso con lo que pienso y entonces el sentimiento de incomodidad va desapareciendo, dando paso a un fortalecido ímpetu de serenidad por saberme realizando lo que si he de hacer.