miércoles, 26 de marzo de 2014

Dominó


 
 
 
 
Lo poco que escribo queda arrinconado. Sé porque lo hago o porque no escribo. Sé que no quiero encontrarme últimamente. Porque estoy sintiendo desazón y tristeza y aunque podría escribir sobre preciosos instantes que me rodean, me están ganando otros.

Mi padre se está marchando lentamente y aunque lo veo a menudo, lo siento lejos. Se levanta a las tres de la noche, con intención de ducharse y salir a la calle y como sus piernas no le responden termina en el suelo. Cree que está en casa y que pasea por el barrio en el que me crie, aunque hace meses que está en una residencia.

Jugamos mucho al dominó. Él me enseñó a jugar y he tenido que empezar a cerrar los ojos cuando coloca mal una ficha porque me he dado cuenta de que está empezando a no distinguirlas. Abre y cierra su bolso montones de veces, sacando todo lo que está dentro para volverlo a meter y se queja de que no tiene dinero si tiene que hacer algún recado. No es consciente de que no sale si no le acompañamos.

Otro familiar muy cercano, está librando su particular batalla contra el cáncer. Me da miedo ir a verla por lo que se parece a mi madre. Pero entraré en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja aunque esté llorando por dentro.

A todo esto le siguen otras situaciones, consecuencias del darme cuenta de que dando recibía, sólo por el hecho de dar. Ahora que me falta energía y me siento más cansada por la falta de tiempo, que me centro en mi familia como prioridad y que no puedo ofrecer lo que, rodeada de plenitud, me sale de dentro, es cuando veo qué personas están a mi lado. Aunque la verdad, está bien saber lo que se puede esperar de los demás, así no me llevaré ninguna sorpresa más. Cuando me encuentre más animada volveré a mis principios... a los que sé que me llenan.

Ahora me voy a ver un rato la tele, con mi pareja y mi hijo, que me esperan.

 

Sé que tornaré con poesías, con escritos, con batallas qué contar… Pero no es el momento…
 
 
 
 
 
 

jueves, 13 de marzo de 2014

Al trasluz


 
 
 
 
 
 
Con el cielo de fondo,
pareciera que la diminuta araña, volara. 
.
Impertérrita a miradas ajenas,
descansa su cuerpo sobre hilos de plata. 
.
Ni verdades ni sueños la afligen,
acunando vaivenes, surcan el aire sus patas. 
.
Al trasluz, tras el cielo nublado
contempla serenas mañanas, la araña.