El corro es
armónico, creado de pétalos de ruedas. Parece que un ramo de sillas ha formado
un abstracto círculo.
Él pregunta,
pero nadie contesta. Algunos miran al suelo, otros al techo y los más atrevidos
al interlocutor, cuyo gesto quiere empujarles a la palabra, a que se expresen,
a que escupan lo primero que les venga a la mente.
¿No os acordáis
cuando en febrero ibais a la sidrería? Sí, en febrero. ¿Y qué comíais allí?
Una abuela con
el pelo vestido de blanco, acierta a decir: “Bacalao”. Y otra más allá: “Chuleta”.
¿Y el postre?
¿Qué comíais de postre?
Nadie habla y
él, nuevamente explica: Queso y membrillo, con nueces y bebíamos sidra…
“Bueno, pues
hoy, vamos a hacer un pincho de pan con queso, membrillo y nueces. ¿Qué os
parece? Y también he traído sidra.”
En el centro del
círculo tres mesas hacia las que algunas sillas se desplazan. En una de ellas,
comienzan a pelar las nueces. En las otras dos, hay que quitar las pieles de
los triángulos de queso. Los más espabilados terminan con trozos de queso en la
boca y hay que corregirles para explicarles que hay que montar el pincho antes
de comer.
El membrillo
mancha las manos y los dedos pringosos
terminan también en la boca. Al final, se van formando esos pequeños trozos de
pan con queso, membrillo y un cachito de nuez sobre dos enormes bandejas.
Se pasan delante
de los abuelos y cada uno coge un pincho y alguno hasta repite tres culines de
sidra…
Apreciando la
poesía en estos momentos es cuando uno se siente vivo. Algunos no aciertan a
hablar, otros apenas pueden moverse, a otros hay que ayudarles a comer… pero
disfruto de cada instante, como si fuera el primero cada vez…
Mañana se
pasarán la pelota, mientras gritan nombres de flores…