Hoy el coche ha
dormido en la calle.
Mientras camino
me sorprende la quietud de la noche que todo lo rodea. El silencio cede paso al
taconeo de mis zapatos mientras también se escucha el trinar de los pájaros que
comienzan a despertar.
En algunos
edificios, se han prendido luces tras las ventanas mas las sombras siguen habitando
los rincones.
Cuando llego al
coche, observo que la luna me observa. Parece un trozo de sandía cortada, a la
que hubieran satinado de blanco. La oscuridad la envuelve.
Escucho el
ambiente sereno de la noche que todavía abraza al descanso. Mi mente se deja
llevar por la calidez del rocío sobre el parabrisas del coche. Arrastro mi mano
rozando el cristal. El agua acaricia mis sentidos. Cierro los ojos…
Se hace tarde.
Menos veinticinco. Entro en el coche. Arranco.