miércoles, 28 de diciembre de 2011

De arcoiris




 

Hace años aprendí
que el camino no era blanco ni negro,
pero que tampoco era gris.
Que la vida podía llenarse de montones de colores.
De tantos como quieras,
sólo falta desear hacerlo. 

Entonces el arcoíris se sacia de tranquilos ojos,
espejo de tenues miradas
cuya energía nos alumbra.
Con el espectro de la luz vuela por el aire,
viene la armoniosa marea
que trae ese mundo a nuestra arcilla.
Color de luz, luz de color
para iluminar tus momentos…


Os deseo Feliz entrada de Año 2.012.
Besos para tod@s



jueves, 22 de diciembre de 2011

¿Qué tendrá la lluvia?







Sobre el cristal acariciado por la luz de una farola,
la lluvia lo gobierna todo
siendo su mandato designio divino. 
Tanta abundancia transparente
se desliza, dueña de la pista
donde los limpiaparabrisas patinan
limpiando humedades y ampliando miras. 
Sobre las hojas de un libro abierto
pasean sus sombras continuo movimiento.
Perlas que adornan el papel escrito,
dulces de agua que contemplo con suspiros. 
La lluvia obliga a la luz a jugar a su juego
y a los ojos ofrece chispas de fuego
convirtiendo a la madre naturaleza
en desbordante delirio y deseado momento.

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A tod@s los que me visitáis, quiero desearos FELIZ NAVIDAD
y que la vida os traiga vuestr@s más íntimos anhelos.
Con mis mejores deseos.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Preparando café



Me gusta pararme a sentir lo que estoy haciendo. En realidad no me paro porque la acción continúa. Se trata de paladear cada instante, cada segundo que pasa por la vida. A veces, los ojos se me escapan tras una perspectiva o el oído se queda prendido de las ramas de un árbol donde decenas de pájaros saltan de rama en rama piando descontrolados. Sus trinos sacian el momento.

Últimamente me pasa cuando preparo café. Tengo la mala costumbre de dejar los posos en la cafetera, así que cuando los retiro, limpio el filtro debajo del grifo con un poco de jabón y después lo seco. Le añado café molido para expreso y mientras el agua se calienta me dirijo al salón a buscar las tazas. Si algo he aprendido es a disfrutar de todo lo que tengo. Así que uso las tazas que guardo para las visitas. El día que se rompan compraré otras. De hecho, a alguna ya le falta un platito.
El agua enciende el testigo de la cafetera. Un líquido marrón oscuro comienza a caer en el interior de la taza azul y blanca. Cuando se llena lo suficiente, presiono el botón que antes había accionado y espero a que vuelva a encenderse el testigo mientras retiro la taza humeante y coloco otra. A no ser que tenga visitas nos repartimos el café, así que de un filtro salen tres. Lleno otra taza y vuelvo a repetir la operación, pero esta vez es una taza de cristal más grande y con un posavasos de corcho. El café obtenido es transparente, agua manchada a la que le añado leche y caliento con el vaporizador. A mi hijo le gusta que le saque espuma.
En la mesa presento las dos tazas de café sólo y la de café con leche, tres cucharitas y un azucarero de plástico cuya tapa parece tener fresas dentro. Anduve una temporada larga hasta que di con uno de esos azucareros. Después nos sentamos a la mesa ya limpia de platos, cubiertos y restos de comida.
Disfruto sintiendo todo el proceso, el mecanismo que hace que un paso le siga a otro. Es como un juego metódico, sin pausa para pararse pero dejando a la mente agarrarse en cada acto.  El aroma del café, su sabor y nuestros ojos encontrándose mientras charlamos lo llenan todo.



lunes, 5 de diciembre de 2011

Rocío





Esa gota que ha caído en el cabello,
humedad acumulada
por el aire de la oscura noche
que juega a enredarse en tu largo pelo. 
Esas temblorosas perlas,
espejo sobre la sutil telaraña
cuyo arquitecto empapa sus patas
mientras pasea reuniendo sustento y comanda. 
Ese verbo en tiempo presente formado
de los tres en modo indicativo,
en la boca, regalo de agua en la lengua caído,
esparzo sonidos que suenan rocío. 
En invierno, cristalina escarcha.
Verano sobre la hierba, mojado delirio.
En cientos de gotas tu cara salpico
cuando me vuelvo gracioso.
Niebla cerrada, cálido lloviznó, tu Rocío.


lunes, 28 de noviembre de 2011

Juego de palabras







Escribo hoy un poema silenciado,
enemigo incorruptible del silencio poético,
creando desde confusiones bellas,
eternas y confusas bellezas. 

En la esquina de una transparente ventana
sobre la que dormita alada una mosca
sueño una película de palabras.
Los adjetivos se sustantivan y se adjetivan los nombres.
Sé algo que tú no sabes, que tú no sabes que sé.
¿O si sabes que sé? 

La perfecta ausencia
creo en el tiempo un espacio vacío
que el trabajo infatigable llenó
de ausente perfección.
Imagino que la luz dijera,
quien se es en realidad. 

La poesía, obsesión de una vida
por amaneceres agarrada a mi pecho.
Belleza que prevalecerá
sobre el astuto poema de la nada.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuatro decenas más dos




En el jardín secreto conservo de otoños, cuatro decenas más dos. Allí no hay opresión porque provisiones no guardo. Viven juntos nacimiento y muerte en rumor constante de horizontal agua que a nivel discurre sobre la superficie de la fuente, donde el tránsito por el vergel incorpora crecimiento. El río que la contiene, hoy nutriente, mañana ahoga siendo mucho más que dolor y nada más de ello.

Cada otoño, el entorno aporta armonía al conjunto, pero la realidad es distinta según el instante. Las hojas, algunas bailando todavía en las ramas, demuestran mientras se dejan caer la superioridad del frío aire que comienza a envolver los rincones. No importa que la tierra, hogar nutriente del mantel donde comen las raíces se halle repleto de viandas. El aire se peleará a cada paso, atravesando cada intersticio que el árbol deje entrever para colarse y helarlo todo. Porque ahora es su tiempo, como lo fue en verano el de la tierra que abrió camino a las flores y como lo es siempre el del agua.

En el húmedo jardín, las diminutas esferas cristalinas fluyen sobre este nuevo espacio que me comienza a vivir cada otoño con amor y tristezas, con alegrías y esperanzas, pasiones y anhelos rotos, caídas y renovados caminos.

Ese jardín secreto donde nazco todos los años…


sábado, 12 de noviembre de 2011

Baldosas que andar







Te acompaño al baño,
te ayudo a asearte.
La crema cubre tu castigado cuerpo
cosido a golpe de puntos.
Andamos por el concurrido pasillo
cuyas grandes baldosas consigues recorrer
desde una lejana ventana a otra.

Ayer parecía que la mejora te aupaba
y mañana cuando vuelvo a llamar
estás tan cansada que ni hablar puedes.
Hoy, tu mano es un suero andante
y otro nuevo aparece al terminarse. 
Me dices que no merece la pena
preocuparse por algunas cosas
porque la vida, cuando menos lo piensas
te da una certera patada.

¿Sabes? Eso lo averigüé hace años.
Vivo el hoy y espero el mañana,
el del día siguiente
porque es lo mejor que puedo hacer.
Río por lo que he de reír
y lloró por lo que he de llorar.
Y tú, ¡anímate!
 para que el próximo día
nos descubra de la mano otro paseo.




sábado, 5 de noviembre de 2011

Retorno estacional







Asoman los muérdagos entre las ramas de los árboles
y las enredaderas que cubren los troncos
adquieren un ritmo frenético de protagonismo.
El cielo se descubre envuelto en grises nubes
cuya única ocupación consiste en salir corriendo
hacia donde las arrastre el cabreado viento.
Los barrenderos corren desesperados
tras las miles de hojas muertas,
presidentas todas ellas
de la asociación encargada
de decorar las calles todos los años.
Entra el frío, en vaivenes de viento sur,
para delicia y encuentro de cazadores.
Los hongos aprovechan la humedad reinante
proyectando su unión en cestas repletas. 
El otoño, dueño del hoy, del ahora mismo
cambia de ropaje a la naturaleza
demostrando que la vida continúa
en sensato camino de renovación.
Bajo el paraguas, cargado de lluvia
sonrío a la estación que regala abrazos.
Bienvenida limpieza del cosmos,
vereda del sosiego, amiga del yo.



viernes, 28 de octubre de 2011

La máscara






Suena el corrosivo despertador.
La apagada luz se ilumina desde dentro.
La máscara de la pared está torcida. 
Los durmientes despiertan.
Desayunos madrugando, correteos por la casa.
Marcha al trabajo, destino al colegio. 

Es pronto, vuelvo a la humeante cama.
Leo durante media hora.
Cuando abandono las hojas escritas
Me enfrento a la pared,
y contemplo la máscara.
Está derecha. 
La has visto torcida
y te has adelantado a mi acción.
Tan sencillo y tan pleno a mis ojos
que ríen mientras lloran.




domingo, 23 de octubre de 2011

Enredadera












Soy una columna. Así me hicieron
y mientras viva seguiré siendo.
Liso o estriado,
mármol marcado por flechas,
saetas que se clavan certeras
acaban en puntas arrancadas.
Clavos malditos.

He plantado en su base una enredadera
de propicias emociones del bosque traídas.
Crecen las hojas y los agujeros se ocultan,
se crían arañas y los cubre su tela.
No olvido regarla cada ocaso en verano
y cada aurora en invierno,
no sea que abandone su crecimiento. 

De vez en cuando, un pajarillo
hace su nido y entre las ramas
nacen y se crían dos o tres polluelos. 
Ese camino que se crea y se acaba,
nos da y nos arrebata,
apoyándonos, traicionándonos.
Trae el día mientras duerme la noche.
Encuentra un camino de retorno,
porque el de ida ha volado
tras el sinfín de la rutina.

Simplemente, la vida.



martes, 18 de octubre de 2011

Sentirte feliz






Te escucho y te siento cerca. Mucho. Sé que tienes que tomar tus decisiones, como tomo las mías, acertadas o equivocadas.

Hace tiempo que me di cuenta que lo que era la felicidad para mí. Ser feliz no era cuestión de estar rodeado de gente, ni de tener muchos amigos, ni de tener una pareja que me hiciera vivir entre almohadas. Ni siquiera era cuestión de dar, ni de que me dieran lo que necesitaba. Era cuestión de vivir el día a día, siendo muy consciente de la realidad, sabiendo a que podía aferrarme y a que no.

Los golpes te van enseñando a ver, a sentir cual es esa realidad que puedes utilizar para vivir y esa que tienes que desechar porque ya no te vale. Y puede ser muy fácil o muy difícil según el pensamiento que se dedica a cada una. En alguna ocasión me has dicho que soy una persona que ha aprendido a conformarse. No me veo así. Lo que siento es que no busco quimeras donde no las hay, no busco fantasías. Me he estudiado tanto para salir del bache donde estuve metida, que conozco también lo que tengo a mi alrededor. Si te conoces a ti mismo, no tratas de buscar donde no hay que buscar. Lo que he anhelado toda mi vida, ya lo tengo y no me di cuenta hasta que me hundí.

Alguna vez has comentado que necesitas a tu lado a una persona que te lleve de un lado a otro, que sea activa, que te proponga planes, salidas. Yo sé que esa persona ya está en tu vida, lo que pasa es que en momentos determinados, cuando pasamos por baches, creemos que el de enfrente es mejor que uno mismo, en eso en lo que somos el ideal. Porque nadie te va a conocer más que tú.

Piénsalo fríamente, mírate desde fuera… Antes de tomar una decisión. Tú eres la dueña de tu felicidad y yo… Sólo quiero sentirte feliz.



sábado, 15 de octubre de 2011

Hospital





Patadas. De esas que vienen de vez en cuando. A todos sin remisión. Y no es que las busques, es que vienen. Y no las buscas, pero son de ley. Entonces la boca del estómago se cierra mientras todas las hormigas del mundo han decidido pasearse por el cuerpo. Las horas de sueño se reducen y parece que la noche no tiene fin.

Hace meses que no estamos pero el teléfono habla. Por temporadas. O mucho o nada. Ahora regurgita de las entrañas, llantos, sonrisas y cariños. La sangre tira y después de la operación, la espera angustia. A mí no me toca entrar. Entra quien debe hacerlo y al salir, observas que el llanto acogota, porque allí dentro hay que aguantar las ganas.

Pero al final me toca entrar y mientras una sonrisa me ilumina la cara, el interior sólo quiere llorar. Los cables, las pantallas y las bolsas rinden homenaje a un cuerpo amarillento, machacado por las agujas. Te emocionas al verme.

Mira, voy a estar tan delgada como tú. Le contesto que cuando salga de allí, iremos a hacer pasarela como las modelos. La siento tan agotada que sé que no tiene fuerzas ni para mantener los ojos abiertos.

Un pensamiento, un sentimiento, una emoción, ni sé lo que es…

¡Os parecéis tanto! No te gusta que te lo digan, lo guardo para mí, pero, ¡te pareces tanto! Parece que la estuviera viendo en tus ojos. Tus nietos te guardan desde las fotos colocadas en la pared de enfrente.

El médico que te atiende en este turno se ha enrollado. Mi visita dura dos horas y media. Me voy triste pero estoy segura de que nos veremos pronto, en la calle, mientras el sol te ilumina la cara y el viento te acaricia el pelo.



domingo, 9 de octubre de 2011

De cumpleaños





 




Si pedía, era exigente.
Si llamaba, las respuestas evacuaban adioses.
Si mandaba mensajes,
las palabras de vuelta escupían hirientes acusaciones de egoísmo
y de carencia de saber sobre las relaciones humanas.

Encontré una cabida para no pedir,
para no llamar, para no escribir.
Y viví otros derroteros,
esperando hallar esquinas amables
de las que uno mismo es el dueño. 

Aquella relación tan intensa, pasó a ser una tristeza
a la que conseguí darle la importancia que se merecía.
La del presente, sintiendo como tal, el día a día. 

Las confidencias se relegaron
a un “nos vemos”, “estamos”, “hablamos”.
En Navidad, un detalle, a la vuelta de un viaje, otro,
sin pedir nada, sólo por dar, el placer.
Y en los cumpleaños un regalo...
que durante años entregué, días después. 

Este año, como el no ya lo tenía,
decidí insinuar jornadas antes,
 si cabía entregarlo ese mismo día.
Accedieron a mi petición y en armonía de café,
coloqué mi regalo en la mesa y el de otro amigo también. 

Se abrieron los regalos plagados de fotos poetas,
sonrisas de dulce chocolate y palabras completas,
hasta que otras palabras se retorcieron extrañas
en curioso remolino de sucintas amalgamas. 

¿Qué nos exiges?
¿Qué él no cogiera fiesta el día de su cumpleaños?
¿Qué lo no tomará yo,
por casualidad coinciden,
el del cumpleaños de mi hijo?
¿Qué vaya a trabajar el día del mío? 

Aquí se acaba esta poesía.
Que yo conozca,
no vas a trabajar en tu cumpleaños,
cada uno elige lo que hace ese día,
que para algo es su día.

¡Ah!
Y yo no tengo ningún problema
en quedar el día de mi cumpleaños.
Pero fuera del trabajo.





domingo, 25 de septiembre de 2011

De pata






Se unen colores en el tendedero.
Al lavar la colada de color,
con dos pinzas por unidad,
se reúnen uno tras otro.
Calzoncillos de patas cubren
tus noveles intimidades,
presencia son indiscutible
de la vida y la suma de edades.

¡Qué sensación extraña y perfecta verte crecer
al aumentar la talla de tu ropa
y el deseo de saber y también creer!




viernes, 16 de septiembre de 2011

Flotadores

 
 
 

Se obligó a claudicar.

Ante los constantes desasosiegos
y las insistentes melancolías
terminó comprendiendo
entendido como un deseo opaco,
cosas que debía aceptar.

Las palabras, esas uniones de diminutas letras,
antes dueñas de un  mundo perfecto,
se transformaron en sensaciones vacías
mientras sus restos se desplomaban.

Los fonemas que sonaban cual ruiseñor en rama,
tuvieron que agruparse en otros mundos
nombrando distintos versos,
en elección de noveles caminos y senderos.

Como pompas y grandes burbujas,
cuya existencia se basa en reventar una y otra vez.
Por más que insistiera
retornaban al mismo momento y explotaban.

Entonces, para algunos, 
fabricó relaciones de plástico.
El aire siempre ha servido
para no ahogarse y quedar con la cabeza fuera. 
Hay manguitos, flotadores con forma de animal
y también calabazas vacías de pulpa
para sujetar en la cintura.

La pena que le queda
es que no pudo llegar a tiempo
para regalarle uno de esos flotadores
a la que la parió.





domingo, 11 de septiembre de 2011

Verduras y gallinas









Una de mis vecinas se ha ido de vacaciones y me ha pedido un favor. Para mí no es un favor. Ella no lo sabe. Tiene una huerta y algunas gallinas y necesitaba alguien que fuera a darles de comer y a recoger los huevos. Aparte de eso me ha dado vía libre para disponer de todas las verduras que necesite.

Lo que no sabe es que la estoy gozando, porque me siento como cuando era niña e iba al caserío de mis tíos.

Cuando llego al maizal lo están visitando los gorriones pero al sentir mi presencia, huyen volando en grupo. La huerta es una delicia de hierba y hojas verdes sobre la que me paseo. He llenado bolsas de melocotones y peras con los que he preparado mermelada. La de melocotón está deliciosa pero la de pera muchísimo más. Cuando llego a la zona de los tomates, busco los que se comienzan a enrojecer porque como ha llovido en exceso hay que retirarlos para que no se roñen. Les arranco los pimientos y las berenjenas a unas matas pequeñas y entre grandes hojas busco calabacines y calabazas. En un rincón junto al muro he encontrado fresas cuyo sabor es una delicia. También hay espinacas, pero para llegar a ellas, hay que pasar por una zona recién arada y al intentarlo he metido los pies hasta el tobillo. Allí se quedan las espinacas.

A las gallinas hay que echarles una mezcla de maíz y trigo con pienso. Pero antes hay que triturar el maíz que después se junta con el trigo. Por las mañanas, las gallinas están metidas en las cajas poniendo sus huevos y es complicado acercarse. Hoy, alguna valiente me ha dado un picotazo. Pues le he soltado un guantazo. Una gallina coja pone sus huevos en el suelo. También hay una pata que, todos los días, pone un huevo. Blanco como los folios.

En otra zona hay dos ocas, a las que también hay que alimentar. Me he peleado con el recipiente del agua. Hay que abrirlo para llenarlo y después cerrarlo, y darle la vuelta para que el agua quede en un canal del que beben los animales. Es voluminoso y cuesta manejarlo cuando está lleno. Me resulta gracioso que a las gallinas les hayan puesto una olla a presión para el agua. Tiene que pesar un poco, sino se da la vuelta. Se ponen encima y lo tiran todo. También hay que dar de comen a Micifú, el gato. Ponen comida con veneno para los ratones porque Micifú es un señorito, no le gusta salir de caza.

Puerros, zanahorias, lechugas, vainas, manzanas, higos... ¿Y qué más? Salgo sudando pero encantada de haberme sentido como hace treinta años.  Y con mi hijo preguntando... ¿Cómo pueden salirles a las gallinas esos huevos por el culo?





martes, 6 de septiembre de 2011

Verde






Dentro de una manzana sin madurar, conviven
el apabullante bosque en verano,
el musgo pegado a la roca
y la marea bañándose entre algas.

¿Por qué será de ese color la esperanza
si nos transformamos verdes de envidia?
 
Entre el amarillo y el azul, nace.
Es transparencia de diminuta esmeralda
en obscenidad rozando pieles
cuya esencia limpia la pastilla de jabón.
 
Adjetivo que decora ojos y todos,
abundante verde, saciado color.



miércoles, 31 de agosto de 2011

Esas fotos mágicas







Tengo una fotografía curiosa. Mi hijo metido en un cajón. Lleva puesto un pequeño pijama blanco. Tenía dos meses cuando doblé una toalla para que apoyara la cabeza en ella y lo introduje allí. Precioso. Cuando tuve la foto delante me pregunté cual había sido la razón, el impulso para hacerla.

Pocos años después, a escondidas, les quité unas fotos a mis padres, unas fotos en las que aparecía mi cara redonda y pequeña. Cuando yo era una canija, mi padre que era aficionado a la fotografía, tenía equipo de revelado, resultando que tengo más fotos de las que puedo contar. Me acuerdo de que la lavadora vivía en el cuarto de baño y sobre ella montaba todos los trastos y organizaba en la bañera un tenderete con pinzas. En una de aquellas fotos descubrí el misterio de haber metido a mi hijo en el cajón.

Hace poco, ha estado curioseando entre sus fotografías, ya que todavía comparte sus sueños con un elefante que le acompaña desde que nació y quería encontrarle por allí. Resulta que aparte de a su elefante, ha dado con la fotografía del cajón, así que le surgió la misma curiosidad que a mí años atrás.

¿Por qué le había hecho una fotografía metido en un cajón?

Hay fotos que marcan, que enseñan historia, que son como un claro del bosque que resulta tan mágico que quieres que se repita con los que te siguen. Y eso quería que fuera para él esa foto. Que se preguntara por qué, que le hiciera sentirse distinto, que tuviera por detrás una situación que le hiciera pararse y recordar su niñez, todos esos momentos. Su madre metiéndolo en el cajón y su padre sacando la foto.

Como mi foto, con poco más de un año, metida en una papelera del parque.