Todos somos huérfanos. En algún momento, perdemos algo, a alguien. Se nos marchan convicciones, ideas, personas. Nos quedamos sin una voz o con un instante que perdura habitando entre las invisibles líneas del blanco papel.
Parece que lo sucedido se obstina en ser. Suena como una tecla del piano, continuamente pulsada, y el “reset” es utilizado pausadamente pero sin descanso. Incluso a veces, suena como una obligación perseguida por esa insistente nota.
Pero de repente, deja de querer ser escuchada y los dedos se aventuran a jugar con el precioso marfil que vive al lado, buscando añadir una nueva melodía a continuas noches de desvelos. La nota deja de ser escuchada como tal, porque la canción entera surge de las entrañas. Como que los miedos y las tristezas que tan persistentes saltimbanquis bailaron con el tiempo, no desearán vivir ya, tales presentes.
Escuché hace tiempo que llegado un punto en la vida, había experiencias que ya no iban a ser nuevas, que todo lo que se viviera, ya había sido paladeado y sentido. Respecto al mundo que nos rodea, sabía que no iba a ser así porque una pequeña flor que asoma en mi balcón me sacia como si fuera nueva la misma sensación, cada vez que se abren los capullos vestidos de pétalos.
Miro la primavera que estalla entre las ramas de las mimosas, los ciruelos y en los prados adornados de pequeñas prímulas y margaritas y cada año me sorprende más el misterio de la vida. Es como encontrarse sorpresas continuamente.
Pero respecto a las personas que me rodean, soy muy consciente de los miedos que me han vivido dentro durante unos cuantos años. El “reset”, la tecla que no dejaba de ser tocada. El silencio ha permanecido, mi parte más creativa, incluso mi dar se abocó a ser escondido.
Hace poco, me he negado a dar lo que me estaban pidiendo y cuando además lo que pedían, era ofrecer mi opinión sobre un tema que estábamos tratando. Me pedían mi opinión y me limité a buscar en Internet sobre el tema, escribirlo y entregarlo cuando lo que querían era saber lo que yo sentía.
Cuando tienes seguridad en lo que percibes, en lo que crees, pero encuentras una oposición férrea por personas que crees muy cercanas a ti, sientes que es mejor darle menos importancia al hecho de ser entendida y decides no dar tu opinión. Ahora comprendo lo bloqueada que he estado, lo que me he cerrado a otras personas que si comparten mi manera de ver muchas cosas, ideas y sentimientos. Es imprescindible continuar aprendiendo, saber distinguir, poder discriminar cuando y con quien.
¡Ay, bendito! ¡Cómo me alegro haberme dado cuenta de ello!
Por cierto, he vuelto a escribir sobre el mismo tema y esta vez sobre lo que siento yo.