domingo, 25 de marzo de 2012

Entre amores y miserias





El sol, aurora de la luz es
profundo alimento de mis poemas
mientras las sombras, en constante afluente
riegan su seguro camino.
.
Mi mundo interior se jacta dueño,
de esas íntimas emociones que poseen
la llave de los dones y las carencias
reunidos entre el nacimiento y la muerte.
.
Convivo entre las miserias y amores
de los yoes de mi existencia,
como una pintura de paisaje agreste
entre oscuridad y faroles.
.
Guardan las capas de colores
cautivas en el incierto destino,
sus intimidades, tanto soñadas
abiertas a nuevas pinceladas.
.
Las heridas se restañan
a base de flores, trinos y agua.
Elijo el tubo de color índigo
y lo mezclo con albas blancas.
.
El cielo, mi dibujo con alguna solitaria nube,
recuerda que todo se mueve
entre consecuentes sombras
y apabullantes diurnas luces.
.
Un árbol, en el suelo dibuja su ente.
Aún sin hojas, las ramas.




martes, 20 de marzo de 2012

Cuando sí, cuando no...







  
Todos somos huérfanos. En algún momento, perdemos algo, a alguien. Se nos marchan convicciones, ideas, personas. Nos quedamos sin una voz o con un instante que perdura habitando entre las invisibles líneas del blanco papel.
Parece que lo sucedido se obstina en ser. Suena como una tecla del piano, continuamente pulsada, y el “reset” es utilizado pausadamente pero sin descanso. Incluso a veces, suena como una obligación perseguida por esa insistente nota.
Pero de repente, deja de querer ser escuchada y los dedos se aventuran a jugar con el precioso marfil que vive al lado, buscando añadir una nueva melodía a continuas noches de desvelos. La nota deja de ser escuchada como tal, porque la canción entera surge de las entrañas. Como que los miedos y las tristezas que tan persistentes saltimbanquis bailaron con el tiempo, no desearán vivir ya, tales presentes.
Escuché hace tiempo que llegado un punto en la vida, había experiencias que ya no iban a ser nuevas, que todo lo que se viviera, ya había sido paladeado y sentido. Respecto al mundo que nos rodea, sabía que no iba a ser así porque una pequeña flor que asoma en mi balcón me sacia como si fuera nueva la misma sensación, cada vez que se abren los capullos vestidos de pétalos.
Miro la primavera que estalla entre las ramas de las mimosas, los ciruelos y en los prados adornados de pequeñas prímulas y margaritas y cada año me sorprende más el misterio de la vida. Es como encontrarse sorpresas continuamente.
Pero respecto a las personas que me rodean, soy muy consciente de los miedos que me han vivido dentro durante unos cuantos años. El “reset”, la tecla que no dejaba de ser tocada. El silencio ha permanecido, mi parte más creativa, incluso mi dar se abocó a ser escondido.
Hace poco, me he negado a dar lo que me estaban pidiendo y cuando además lo que pedían, era ofrecer mi opinión sobre un tema que estábamos tratando. Me pedían mi opinión y me limité a buscar en Internet sobre el tema, escribirlo y entregarlo cuando lo que querían era saber lo que yo sentía.
Cuando tienes seguridad en lo que percibes, en lo que crees, pero encuentras una oposición férrea  por personas que crees muy cercanas a ti, sientes que es mejor darle menos importancia al hecho de ser entendida y decides no dar tu opinión. Ahora comprendo lo bloqueada que he estado, lo que me he cerrado a otras personas que si comparten mi manera de ver muchas cosas, ideas y sentimientos. Es imprescindible continuar aprendiendo, saber distinguir, poder discriminar cuando y con quien.
¡Ay, bendito! ¡Cómo me alegro haberme dado cuenta de ello!
Por cierto, he vuelto a escribir sobre el mismo tema y esta vez sobre lo que siento yo.


domingo, 11 de marzo de 2012

Esas mujeres






Esas mujeres, nuestras madres y abuelas, que han conocido la vida que iba a vivir desde niñas. Algunas analfabetas, otras justo empezando a leer, tuvieron que dedicarse a trabajar para poder ayudar a sus familias. Unas cambiando pañales a sus hermanos, otras cosiendo, algunas faenando en la huerta entre frutas y verduras y atendiendo a los animales.

Esas mujeres cuyo único futuro consistía en casarse y parir hijos, para continuar cambiando pañales y cuidar de que la existencia de los demás fuera más fácil, porque eso es lo que se esperaba de ellas. Levantándose temprano para que su marido siempre tuviera el pañuelo planchado y el traje de los domingos preparado para ir a misa. Y entre partos y cazuelas se les iba la vida, corriendo a saltos, hasta quedar relegadas a alguna visita algún domingo que otro.

Y entonces se hallan sintiendo que no tienen a nadie quien cuidar y no saben cuidarse a ellas mismas. Desconocen lo que darse un mimo, tener un capricho donde encontrarse a sí mismas.

Hoy por hoy muchas lo consiguen, acuden a talleres de autoestima y organizan merendolas donde se reúnen con la empanada, la tortilla y la tarta. Y hablan y se desahogan y comparten momentos e inquietudes que quizás no podrían compartir en otro sitio. Y se quieren, dando paso a la diversión en vez de a la obligación, al derecho en vez de al deber. Porque en esta vida, cuando el amor pasa a ser una obligación, deja de ser amor. También hay que recibir, no sólo dar.

Me han parado interrogándome. Que les cante, me piden. Mi profesora de piano, mi gran cómplice. A una semana vista, no nos da tiempo de preparar nada nuevo. Con lo que tenemos habrá que arreglarse.

Entre otros leen uno de mis poemas. La primera vez.

La primera vez que me paran para pedirme que cante. Mi primera vez.

Se desgañitan a aplaudir y es como sentirse en el cielo. Frente a mí,  Tina está llorando. ¿Sabes? Me encanta haber cantado delante de ti, tú que tanto me has dado.  Mi suegra sale corriendo, se sube al escenario y me da un beso. Todo el mundo nos da las gracias por las emociones surgidas. Cuentan con nosotras para la próxima…

El momento, lo siento y sonrío. Por todo lo que me están dando esas mujeres, por lo que estoy recibiendo. Pero ahora no tengo que guardar ninguna compostura y lloro también. Tendría que tomaros una a una de la mano y daros las gracias a todas, sin olvidarme de ninguna.

Ha sido un riesgo maravilloso…



domingo, 4 de marzo de 2012

Tiempo








El tiempo, meteorológicamente hablando se diría inestable. La lluvia se ha presentado acompañada del viento que la zarandea donde le apetece.  El tendedero, antes pleno de seco frío, carga con ropa húmeda que hay que dejar colgada por distintos lugares de la casa, a la espera de pisarla con la plancha.

Pero el tiempo no es inestable, no. Cargado de nubes, el cielo descarga lo normal por estas fechas. El agua nutriendo a la tierra envuelve con su especial manta campos y pueblos. Quizá sea lo más estable que se pudiera esperar.

Mi tiempo se transforma. Se vuelve distinto, pero sigue siendo pleno. Continúa el día a día. El trabajo, llevar una casa, la vida en familia… Hasta hace muy poco, cuando tenía un ratito libre, lo destinaba a otros menesteres. Horas tocando el piano y navegando por aquí y allá en Internet y escribiendo. Aparte de pasear y hacer yoga.

Ahora mi hijo es el destinatario de la mayor parte de mi tiempo. Todavía es como un duendecillo que salta de piedra en piedra junto al río, inquieto y revoltoso, pero sus obligaciones están creciendo. Casi me alcanza en altura más su mente sólo piensa en jugar y divertirse. Su padre y yo pasamos montones de horas, sentados a su lado, tratando de que entienda las materias que no le queda más remedio que estudiar.

A él le tocan las ciencias, a mí las letras. Bueno, ni mal que vienen porque estamos recordando cientos de cosas enterradas en el fondo del subconsciente.

¡De cuántas maneras puede sentirse uno pleno! Es como que la vida te ofrece caminos por los que dirigirse y cada uno tiene la libertad de decidir si tomarlos o no. Ahora este es el elegido. Espero que en unos años, su responsabilidad gane en sabiduría y que ese duende que pelea por ganar tiempo para gandulerías se percate de lo maravilloso que es el conocimiento en nuestra vida…

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Seguiré actualizando el blog pero con menor cadencia de ritmos…