Llevo la memoria escrita en cada poro de la piel,
tan nítida y arrebatadoramente clara que vive en su superficie.
Tranquila discurre ya que el olvido se transforma a veces
en vagancia de vida responsable de conciencias y cuentas.
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Vivo lo mismo con aire nuevo,
como la flor que en primavera amanece,
alba nuestra de cada día, ese sol que ya nacido crece.
Un deseo que sacie nadas sueña, dueño del transitado camino
donde el vacío es el inicio del mundo, espantapájaros de color.
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Quizá encuentre el olvido sitio cuando la memoria vetusta y caduca,
conduzca a los recuerdos marchitos al pozo de los deseos muertos.
Esperando que con esa dejadez a la que se somete a la memoria,
no se abandone el camino interior a la materia inconsistente,
cuyo ente desemboca en pedazos deshechos.
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Quiera avanzar donde se críen las frutas
cuyo futuro crecerá de las pepitas que siguen agarradas a la tierra.
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