Por la mañana
Ascendiendo
Desde arriba
Cuentan que en
el año 708. El arcángel San Miguel se apareció en sueños al obispo de
Avranches, de nombre Aubert, indicándole que debía consagrar el monte Tombe a
su nombre.
Aubert hizo caso
omiso al requerimiento del arcángel pero a la tercera aparición del mismo
decidió cambiar de opinión. San Miguel había dejado la marca de su dedo en el
cráneo del obispo.
Y así comienza
la historia de Mont Saint Michel, una pequeña isla en el norte de Francia,
perteneciente a la región de Normandía. Su inconfundible silueta habla de
construcciones imposibles que se han realizado, levantado y consagrado.
Sobre pequeñas
capillas dedicadas a vírgenes y santos se han erigido gruesos muros y columnas
románicas y góticas. La espiritualidad se siente en el interior de la abadía
cuya belleza se introduce dentro, muy dentro de mis profundidades.
La luz, sobria
en las criptas, luce esplendorosa en La Maravilla y en la iglesia. En la
marisma, se refleja en la marea cuando lame la orilla y en los charcos cuando
se retira.
La muralla
abraza el granito desde la base del monte, protegiendo el pequeño pueblo
habitante de la ladera que asciende hacia el conjunto abacial. A pocos
kilómetros, los carneros aprovechan los “herbazales salobres” que el mar ha
regalado a la tierra.
La figura dorada
del arcángel con su espada dirigida al cielo vigila sus dominios.