Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito.
Seguro que es el vecino del quinto, afirmaba mi padre y mi madre le sugería que pudiera ser la del segundo que, envidiosa por el coche que nos habíamos comprado, se paseaba como quien no quiere la cosa y arremetía contra su reflejo.
No me prestaban atención. Nada. Como si estuviera difunto. Me acerqué al coche y moví el espejito de nuevo, rabioso, pero en ese momento mi padre cerró la puerta y me atrapó los dedos. Mi madre se puso histérica, pero logré que me abrazara un buen rato, mientras el dolor me machacaba la mano.
Seguro que es el vecino del quinto, afirmaba mi padre y mi madre le sugería que pudiera ser la del segundo que, envidiosa por el coche que nos habíamos comprado, se paseaba como quien no quiere la cosa y arremetía contra su reflejo.
No me prestaban atención. Nada. Como si estuviera difunto. Me acerqué al coche y moví el espejito de nuevo, rabioso, pero en ese momento mi padre cerró la puerta y me atrapó los dedos. Mi madre se puso histérica, pero logré que me abrazara un buen rato, mientras el dolor me machacaba la mano.
2 comentarios:
Ya estoy aquí, guapaa!!! Cosas de niños, para llamar la atención. Esa vanidad infantil de querer ser el centro del Universo... besos.
isabel: Cómo va todo? Espero que muy bien. Bueno a todos nos gustaría ser el centro de algo, jajaja. Ese ego ....
Besitos
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