Treinta.
El
camino se ralentiza.
Los
coches se acercan en sentidos contrarios.
Despacio.
Una
bicicleta sobrepasa mis huellas.
El
radar, desde la lejanía,
escudriña
la lentitud de la marcha,
escondiendo
sus intenciones de vaciar mis arcas.
Un
gorrión se apea de su vuelo en el borde de la cuneta.
Tengo
tiempo de observar
sus
patitas deslizándose entre las piedras y la arena.
Pico
y plumas patinando.
Bendito
radar.
2 comentarios:
Mira, pues ese radar sirvió para disfrutar del instante. Un besito :)
Un beso, me ha encantado el relato.
Enhorabuena.
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