
La ciudad se transforma, cambia, transmuta.
van pasando los días y las estaciones traen
las maravillosas sensaciones de todos los años.
Las flores han reventado de placer,
encontrándose de nuevo con nubes de luz
levantando polvo entre los rincones.
Las personas se transforman, cambian
aunque no por otros, sino por lo que se es
pero se hallaba escondido o no se veía.
Y a veces es bueno y a veces es malo.
Y lo bueno siempre es bueno, porque gusta
pero lo malo, cuando ya no engaña
no deja de ser triste, sentido en la piel de uno.
Cuando presiento la amargura de otros
volcada en palabras dañinas y estúpidas,
no dejo de pensar en vivir mi presente
en sintonía con lo que viene, y a lo que duele
escupirlo en afán de capullos de amapolas.
Vivir en cada gota de agua, en cada nube,
en flores y en cada rayo de sol.
Porque esos si que no amargan.