viernes, 31 de diciembre de 2010

GRACIAS







Todos hacemos cosas que no sabemos cómo van a ser recibidas. Igual con un desaire, con un simple gracias, o con el más absoluto de los silencios. El camino que cada persona elige ante un detalle por parte de otro es como bien lo dice la palabra muy personal. El miedo a lo desconocido está presente en cada experiencia que iniciamos incluso a pesar de querer realizar eso que estamos haciendo.


Esta Navidad, mi profesora de piano me propuso acompañarla en dos pequeñas salidas para llevar música a momentos complicados y difíciles, en los que las personas que los viven, tienen que esforzarse diariamente, por continuar en la lucha, por seguir adelante con su situación a cuestas.

La sala donde reciben quimioterapia en el hospital fue el primero de los destinos. Allí nos presentamos las dos, ella con un teclado y su saber de muchos años en la música y yo con mi voz. Íbamos vestidas de caseras y nos miraban mientras montábamos el chiringuito. Los villancicos fueron los protagonistas de la velada. Después de cada canción se escuchaban aplausos y los “gracias” sonaban por toda la sala. Los reposabrazos de las butacas eran golpeados siguiendo el compás de la música. Acompañantes y enfermos con veneno entrando por sus venas nos escuchaban. Las enfermeras y auxiliares, nuestras cómplices. Para nuestra sorpresa nos sacó fotos la encargada de comunicación del hospital.

Cuando terminamos se acercó a nosotros una de las enfermeras, solicitando que fuéramos a planta. En el fondo del pasillo, junto a una pequeña sala de espera comencé a cantar. Las puertas de las habitaciones empezaron a abrirse y a salir pacientes. Se me hacía un nudo en la garganta. De una habitación cercana salió un hombre con un pijama de rayas, delgado, con la piel tan blanca como la nieve, arrastrando un perchero del que colgaba un gotero. Decidió acompañarnos.

Mi profesora me miraba y yo la miraba a ella, porque las dos estaban viviendo una experiencia tan gratificante y enriquecedora que sobraban las palabras. Mi nerviosismo, que en ocasiones me juega malas pasadas había desaparecido y mi voz volaba, volaba porque por dentro la que estaba dando las gracias era yo.

Al día siguiente junto con otra alumna de piano formamos un trío. Es alumna de piano como yo, pero con la peculiaridad de que es profesora de violín. Además mi hijo cantó a mi lado. Fuimos a un centro de acogida de niños. Pequeños y mayores nos escuchaban, chiquillos que no pueden convivir con sus padres por diversos motivos, malos tratos, peleas entre los padres, por no poder mantenerlos, por enfermedad… Repartieron unos cascabeles y eran el acompañamiento perfecto. Sus caritas reflejaban la alegría del momento que estaban viviendo.

Alguien nos dijo que les habíamos traído la postal de Navidad en vivo, que era un regalo maravilloso.

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La vida nos arrastra a una muerte segura. Todos la sentiremos algún día, en la tristeza por la marcha de un familiar, en la expresión de la cara de un amigo, en la cara amarga de la enfermedad… Sólo nos queda sacar del día a día la alegría de seguir sintiendo, de sentirnos vivos, como esos enfermos cantando, como esos niños riendo, como tú que ahora vives la muerte de un ser querido y como yo que siento todo eso…

Gracias, por haberme dejado entrar en vuestros corazones a todos y cada uno de vosotros que ahora estáis sufriendo, por haber sido por un momento de paz y de sosiego, de risa, de canción o de llanto. Gracias, gracias, miles de gracias porque me habéis llenado por dentro.

 
 
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Con mis mejores deseos a todos los que me leéis, esperando que se colmen vuestros anhelos.
Un abrazo para todos y Feliz entrada de Año 2011.


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viernes, 24 de diciembre de 2010

A la luz de una vela






Enciende una vela. Porque si. Porque apetece.

Enciende una vela. Para tranquilizar el espíritu.

Enciende una vela y lleva la mirada a la luz que tilila. Entra en la luz. Vive el momento. Deja que te lleve a la quietud perfecta, solo en movimiento por el fuego reflejado en los ojos. Siéntate buscando la relajación de los sentidos. Mantén la espalda derecha y halla la mínima desazón para aplacarla. Siente únicamente el sosiego de dejar a los sentidos libres. Invítales a volar al mirar la luz que te alumbra. Escucha al silencio acompañado por tu pausada respiración. Que te atrape el descanso de tus músculos.

El humo se expande en volutas fantasiosas y tu mirada lo persigue. Disfruta el momento.

La vela. Pequeña luz de elegante atavío. Penetra en la minúscula lumbre encendida para acceder a la cumbre de la paz.

Respira más despacio. Puedes.

A la luz de una vela.



FELIZ NAVIDAD
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sábado, 18 de diciembre de 2010

Profundidad








¿Qué es para mí la escritura? ¿Por qué escribo?


Es un camino para sentir, para trabajar la mente, para detenerme a respirar. Hablando sobre el tema, me doy cuenta de que si no lo hiciera, algo terminaría. Creo que es la única forma que poseo de expresar profundamente ciertas sensaciones y emociones.

Escribir forma parte, es materia plasmada en tinta, es deseo inconformista unido al sentido de continuar en la vida por el camino que transcurre a mi lado, hace pocos años. Creo que es la antítesis de la esperanza, pero no es desespero, porque no espero.

Esperar por imprescindible, la muerte, la que a todos acude, la deseemos o no.

Lees y me preguntas. No. No puedo vivir continuamente reflexionando, ni encontrando respuestas, ni buscando soluciones. Sería como no apreciar todo lo que tengo todavía que disfrutar y sentir.

No puedo vivir, utilizando una expresión ofrecida hace poco, en un buceo constante, pero que sé que necesito sentirme en esa profundidad muchas veces, porque de habitar siempre en la superficie verdaderamente me ahogaría. Sé que me hundiría porque ya no llevo la vida que seguía hace años. Esa vida fluctúa, se transforma, cambia.

No te asustes, aunque puedas sentirme otra persona y te parezca una desconocida cuando me lees. Lo que creo es que siempre llevé esa inquietud dentro, la de expresarme así, la de profundizar así. Quizá no había encontrado el modo de hacerlo o no me había dado cuenta.

Creo que me parezco mucho a esa persona que celebraba su cumpleaños el mismo día que yo y que ella no encontró el camino y eso la hundió, la ahogó.

Sigo siendo la misma persona, la que montando en bici va acojonada, la que gusta de una buena charla, como las que solemos tener.

Porque aunque me sientas distinta, hay cosas que nunca cambian.
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jueves, 9 de diciembre de 2010

Baile y canto










Las hojas, en su otoño bailan.

Cultivando la danza que provoca el viento,
cantan rozando sus frágiles cuerpos
en continuos y crujientes círculos,
desplazándose sobre el frío cemento.

El barrendero, desesperado ante tanta fiesta
inútilmente las persigue.
Corriendo tras ellas, después de sudar un rato
atrapar y arrinconar algunas consigue.

Ahí viene en torbellino, el aire en movimiento
aparcando sus entes el obligado descanso.
Delirio para mí, pero no se lo cuentes,
que igual atraviesa la calle, escoba en mano.

Las hojas continúan el viaje, el espacio volando.





martes, 7 de diciembre de 2010

VIVIR Y MORIR








Hace ya algún tiempo alguien dijo:
"Dejad que los muertos entierren a sus muertos".
Hoy, salvando las distancias y el tiempo,
se me ocurre pensar:
Aquellos que viven muriendo sólo saben
hablar de la muerte. Los que viven la Vida
no hacen otra cosa que no sea cantarle.



Julio Conesa Alegre
del libro
Canto a la vida.


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Y así pasaste tu vida, cantando a la Vida.


Me queda darte las gracias. Por siempre.


Con mucho cariño.







domingo, 5 de diciembre de 2010

Aromas








Tu olor se cruzó ante mí
y se terminaron mezclando los aromas
de olor a limpia lavanda
y dulce perfume de amapola.

La almohada de tu esencia
para una vida huele notas de principio
mientras mi cara roza una piel
en la que el alimento es origen infinito.

Imagen calurosa de aumento de sabores
en la ternura abierta, bajo las caricias
destinadas a encuentros de sudores
cuyo instante termina siendo primicia,
de nariz y tacto, suspiro de olores.
¡Sáciame de ti, compaña mano querida,
y déjame darte esos que anhelas, roces,
para llenarte de redonda y plena vida!