jueves, 14 de agosto de 2008

Entre buitres



Soy un pedazo de goma. Podían haberme utilizado como de bolsa o mezclado con otra cantidad más grande de materia haber sido una caja de cds. Al final, me dieron las características esenciales para ser un pedazo de goma de color azul, dispuesto para llenar de ilusiones la vida de los niños.


Un globo, si. Mi vida es relativamente corta pero muy intensa. Después de elaborarme colocaron en mi superficie logotipos, letras, propaganda. Al terminar el proceso de manufacturación, salí de la fábrica rodeado de otros cientos de globos, colegas, todos metidos en bolsas hasta nuestro lugar de destino. Espachurrados, goma contra goma, mientras esperábamos ansiosos conocer cual sería el destino que nos aguardaba. A algunos nos inflaban para dejar que nuestros hinchados cuerpos se despidieran de la superficie de la tierra, volando por el alto cielo entre nubes, para después, cuando se nos terminaba el gas, caer como lo hacen las heces de los pájaros que no tienen impedimento para seguir volando excepto por el cansancio que pudieran albergar.

Hace poco que me han inflado, al inicio de las fiestas del pueblo y me han llevado al momento en que comienzan los eventos que duran siete días. Al verme muchos niños, vinieron corriendo detrás de mis compañeros y yo mismo, deseosos de poseer alguno.

La chica que nos trasladaba no paró hasta llegar al mismo centro de la marabunta de gente esperando el cañonazo.

Al detenerse, sucedió algo curioso. Los que nos vieron a su lado, se comportaron como si fueran buitres, aves de rapiña. Todos alrededor, nos sujetaron, nos agarraron esperando llevarnos con ellos. La chica no podía defenderse, llevaba todos los globos sujetos con esas cintas que se utilizan para llevar los teléfonos móviles. Comenzaron a llevarse los globos con violencia, sin importar a quien hacían daño.

Desde mi posición, sentí gran impotencia, sobre todo al observar a unos pocos niños llorando, alzando sus manitas. Sobretodo, me fijé en uno al que su madre protegía con los brazos diciéndole que se olvidará del globo. El pequeño gritaba reclamándome y ella alzaba la voz, aludiendo a la poca vergüenza que tenían los buitres. Porque eso eran, buitres.

Sólo quedábamos tres globos en la mano de la chica y los tres ya sujetos, por las manos de sus futuros dueños. Entonces apareció un chico del grupo que organizaba el reparto y obligó a uno de los buitres a soltarme. La madre del niño que lloraba le miró, pero no se atrevió a decir nada, aunque se que por dentro gritaba que me diera al pequeño. Y como si le hubiera leído el pensamiento, aquel chico se lo dio. Continuó llorando un buen rato, casi media hora y su madre lo abrazaba llorando también.

Me paseó orgulloso por toda la ciudad, contento y feliz.

Me he desinflado en su habitación, el gas se ha ido. Pero me han llenado de aire y alubias. Parezco unas maracas.

Mi vida es corta pero muy interesante. Me inflo y me desinflo y ahora, en las manos de un niño, hago ruido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es lo qu epasa cuando se reparte algo, llegan garras ansiosas a arrasar con el montón, sin reparar en que hay más gente.

Bonita historia de un globo. Siempre me he preguntado dónde irán a morir los globos que escapan de las manos de los niños.

Besos

Ojo de fuego dijo...

trini: Pues me imagino que llegado un momento se desharán en el aire. Y harán puffffff...

Besos