jueves, 7 de agosto de 2008

Para ser con sólo vivir



Perdí la noción de los días, de las semanas, del tiempo. No volví a pedir que me llevaran de vuelta al jeep. Parecía inútil, y además estaba sucediendo algo. Obraban de acuerdo a un plan. Pero era evidente que en aquel momento no se me permitía saber de qué se trataba. Continuamente ponían a prueba mi fuerza, mis reacciones, mis creencias, pero yo no sabía la razón, y me preguntaba si personas que no sabían leer ni escribir tendrían otro método para evaluar los progresos de sus alumnos.

¡Algunos días la arena se ponía tan caliente que yo olía literalmente mis pies! Chisporroteaban como hamburguesas friéndose en la sartén. Cuando se me secaron las ampollas y se endurecieron, empezó a formarse una especie de pezuña…


… Empecé a apreciar mi capacidad de recuperación tras una noche de sueño, en lugar de darla por supuesta, y el hecho de que en realidad bastarán unos pocos sorbos de agua para apagar la sed, así como toda la gama de sabores desde el dulce hasta el amargo. Durante toda mi vida me habían estado hablando de seguridad en el trabajo, de la necesidad de construirse un parapeto para protegerse de la inflación comprando bienes raíces y ahorrando para la jubilación. En el desierto la única seguridad era el cielo infalible de amanecer y ocaso. Me asombraba que la raza más insegura del mundo según mi criterio no pareciera de úlceras, hipertensión ni enfermedades cardiovasculares.

Empecé a descubrir la belleza y la armonía de toda la vida en las más extrañas visiones. En un nido de serpientes, unas doscientas quizá, cada una con un diámetro del tamaño de mi pulgar; zigzagueaban entrando y saliendo como si dibujarán la superficie de un jarrón ornamental de un museo. Siempre he detestado las serpientes, pero entonces las veía como necesarias para la supervivencia de nuestro grupo de viajeros, y criaturas tan difíciles de aceptar cariñosamente que se han convertido en objetos del arte y la religión. Nunca hubiera concebido la idea de sentir impaciencia por comer carne ahumada de serpiente y mucho menos cruda, pero llegó un momento en que ocurrió. Aprendí que el agua aportada por cualquier alimento puede tener un valor precioso…


…Algunas noches nos tumbábamos en el suelo formando un único círculo para conseguir un mejor uso de nuestras pieles, pues el apiñamiento parecía mantener y transmitir el calor del cuerpo con mayor eficacia. Cavábamos hoyos en la arena para echar dentro ascuas ardientes y luego arena por encima. Colocábamos en el suelo la mitad de las piles y nos tapábamos con la otra mitad. Los huecos se compartían de dos en dos. Todos los pies se juntaban en el centro.

Recuerdo haber escudriñado el vasto cielo, con las manos apoyadas en el mentón. Notaba la esencia de la maravillosa gente que me rodeaba, pura, inocente y afectuosa. Aquel círculo de seres vivientes en forma de margarita, con fuegos diminutos entre cada dos cuerpos, constituía sin duda una asombrosa visión para quien nos observará desde el espacio.

Parecía que se tocaban tan sólo con los dedos de los pies, pero día a día aprendí que su conciencia había estado en contacto con la conciencia universal desde siempre.
Empezaba a comprender por qué sentían sinceramente que yo era una Mutante, y yo era igualmente sincera en mi gratitud por la oportunidad de despertar que me concedían.

Extraído del libro Las voces del desierto de Marlo Morgan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No he leído el libro. Me ha gustado este capitulo que has elegido, pero leyéndolo, me he sentido algo agobiada.

Bien es cierto que, el cuerpo humano es lo más elástico que existe y se adapta a todo. Para comprobarlo, mejor que no tengamos que ponerlo a prueba...

Besos

Ojo de fuego dijo...

trini: Pues es un libro con el que he disfrutado muchísimo. Lo que pasa es que vivimos con demasiadas comodidades y nos olvidamos de lo primordial, que es sentirnos por dentro... Y qué gozada es sentirse...
Besitos
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Isabel: No publico tu comentario, pero que sepas que lo he recibido. Gracias. En breve hablamos...
Besitos