
Mi hermana ha enfermado. Su cabeza ha salido volando entre las nubes y se ha quedado allí entre algodones dormida. Igual es que ya estaba cansada de la vida y ha decidido perder el norte de su existencia para navegar sin rumbo en los mares de la inconsciencia.
Su hijo no ha tenido más remedio que ingresarla en una residencia, tal era la dependencia que tenía. Su padre no estaba muy conforme pero se ha dado cuenta que era mejor así. Por mi parte, he hablado con él, con mi sobrino. Entiendo que ahora que mi hermana está enferma, tiene que hacerse cargo de su progenitor, que tampoco anda muy bien de salud.
Mi sobrino me ha acusado de querer abandonar a su padre, me recrimina diciendo que quiero dejarlo en la calle. Hasta su boca ha llegado a pronunciar las palabras “maltratador y asesino”. Se me llenan los ojos de lágrimas con sólo pensarlo.
Sus padres han estado viviendo en mi casa durante treinta años. Nunca han pagado alquiler, ni la luz, ni el teléfono, ni el agua, todos los meses les he dado dinero para la compra y para algún gasto extra que pudiera surgir. Si algo se rompía en casa lo he pagado yo.
Mi sobrino ha amenazado con denunciarme después de la comodidad con la que ha vivido durante años. Venía lo justo a ver a sus padres con breves visitas de aproximadamente diez minutos. Me daba cuenta pero no le dije nunca nada. En el fondo, yo estaba a gusto viviendo con mi hermana y mi cuñado.
Hace una semana se hicieron cargo de él. No me han querido decir si se queda con ellos o lo llevan también a una residencia. Vino una empresa de mudanzas a llevarse sus cosas. Sólo dejé entrar a su mujer, a él no le he permitido que ponga los pies en esta casa. Mi testamento lo he cambiado, le había dejado mi piso, pero ya no tengo motivos para querer que sea así.
Me ha llamado egoísta, ha echado por el suelo el cariño de muchos años y creo que no lo merezco… Se que cuando se vive cómodo y sin preocupaciones la vida es fantástica y todo te sonríe, pero de repente, se le ha dado vuelta todo y no lo termina de encajar… Es demasiado el daño que me ha dejado dentro, es demasiada la decepción, la tristeza, quizá con el tiempo todo se tranquilice, aunque no quede mucho.
Quizá hubiera podido cuidar de mi cuñado, pero es que yo... Tengo ochenta y nueve años.