martes, 3 de agosto de 2010

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido









Hace casi veinte años, visitamos el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Éramos un proyecto con futuras posibilidades, empezando apenas a poder permitirnos el lujo de hacer ese viaje al monte.


En compañía de unos amigos, recorrimos el cañón de Añisclo, conocimos Gavarnie, el valle de Pineta del que guardo un especial recuerdo del glaciar y del lago Marboré y como no, de la espectacular Cola de Caballo. Dos años después volvimos a repetir la experiencia, mayores conocedores de una parte de esas montañas que nos envolvían con su terrible y espléndida presencia.

De la primera visita cabe destacar, la llegada al pueblo de Bielsa donde nos alojábamos después de las caminatas diarias. Íbamos con un cochecito de 900 c.c. Ford Fiesta modelo L para más señas, que nos llevaba a los cuatro y a un montón de mochilas. Cuando pasamos la localidad de Jaca, el depósito de gasolina llegaba casi a la mitad pero según fuimos siguiendo la carretera, la gasolina se gastaba y nosotros no encontrábamos ninguna gasolinera. Como habíamos salido tarde, se nos hizo de noche por el camino y sin gota de carburante, mi pareja decidió bajar el puerto de montaña de Cotefablo en cuarta para ahorrar gasolina. Como es de imaginar acojonados.

Terminamos en un pueblo, creo recordar que se llamaba Boltaña, rogando al dueño de un bar restaurante que tenía un surtidor de gasolina que nos abriera el mismo, porque no nos arriesgábamos a seguir adelante ante la posibilidad de quedarnos tirados por el camino.

Lo conseguimos y logramos llegar a Bielsa a las dos de la madrugada. Habíamos avisado que llegaríamos tarde pero lo que no esperábamos era que al llegar al hostal estuvieran las luces apagadas. Llamamos al timbre pero nadie acudió. Así que nos metimos en una cabina de teléfonos y empezamos a llamar al hostal. Desde fuera se escuchaba el sonido de la llamada pero nadie venía a abrirnos. Pensábamos que después de todo tendríamos que dormir en el coche cuando a uno de nosotros se le ocurrió accionar el pomo de la puerta de entrada. En la recepción a oscuras encontramos las llaves de las dos habitaciones.

De la segunda vez que visitamos esos parajes, recuerdo que tanto caminata por el cañón de Añisclo como la visita al lago Marboré, terminaron siendo una carrera contra reloj. Las dos veces tuvimos que salir corriendo al venírsenos encima sendas tormentas de aparato eléctrico y estar al descampado. En Añisclo ya veíamos Fuenblanca y en Marboré tocábamos las aguas del lago.

Hace unas dos semanas, se nos ocurrió llevar a nuestro hijo a Ordesa. Se me pasó por la cabeza, lo emocionante que sería llevarle a un lugar que forma parte de mi historia, de mi vida. No sabía si iba a gustarle, pero si lo que significaría para mí.










La subida a la Cola de Caballo resultó laboriosa, trabajada psicológicamente. El peque tiene diez años y una caminata subiendo durante tres horas y media tiene su aquel.

El río atrapado en saltos de vida, rodeado de árboles y altas montañas. Al llegar después de atravesado el bosque de hayas y las gradas de Soaso, la cascada se esconde hasta el último momento, rodeada de piedra y me dices:

- Ha merecido la pena subir hasta aquí.

Yo me quedo con haberte podido llevar a conocer un paraje maravilloso, de haber compartido contigo ese rinconcito de nuestra vida y con tu decisión de volver el año que viene.










Y te aseguro que si podemos, volveremos.






3 comentarios:

Lidia M. Domes dijo...

Ah... los hijos...

Cuántas alegrías nos dan...

Y, por lo que se ve... vale la pena, sin dudas!!!!

Abrazos!!!!

Trini dijo...

Estoy segura de que volveréis. ël os lo recordará, si se os olvida:):)

Gracias por el paseo turistico.

Besos a los tres

Ojo de fuego dijo...

lidia: Ya te digo que nos dan muchísimas alegrías. Y por muchos años...

Besos
..................
trini: Me alegra muchísimo que todo haya vuelto a la rutina que te permita vover con tu poesía.

Muchos besos