viernes, 28 de octubre de 2011

La máscara






Suena el corrosivo despertador.
La apagada luz se ilumina desde dentro.
La máscara de la pared está torcida. 
Los durmientes despiertan.
Desayunos madrugando, correteos por la casa.
Marcha al trabajo, destino al colegio. 

Es pronto, vuelvo a la humeante cama.
Leo durante media hora.
Cuando abandono las hojas escritas
Me enfrento a la pared,
y contemplo la máscara.
Está derecha. 
La has visto torcida
y te has adelantado a mi acción.
Tan sencillo y tan pleno a mis ojos
que ríen mientras lloran.




domingo, 23 de octubre de 2011

Enredadera












Soy una columna. Así me hicieron
y mientras viva seguiré siendo.
Liso o estriado,
mármol marcado por flechas,
saetas que se clavan certeras
acaban en puntas arrancadas.
Clavos malditos.

He plantado en su base una enredadera
de propicias emociones del bosque traídas.
Crecen las hojas y los agujeros se ocultan,
se crían arañas y los cubre su tela.
No olvido regarla cada ocaso en verano
y cada aurora en invierno,
no sea que abandone su crecimiento. 

De vez en cuando, un pajarillo
hace su nido y entre las ramas
nacen y se crían dos o tres polluelos. 
Ese camino que se crea y se acaba,
nos da y nos arrebata,
apoyándonos, traicionándonos.
Trae el día mientras duerme la noche.
Encuentra un camino de retorno,
porque el de ida ha volado
tras el sinfín de la rutina.

Simplemente, la vida.



martes, 18 de octubre de 2011

Sentirte feliz






Te escucho y te siento cerca. Mucho. Sé que tienes que tomar tus decisiones, como tomo las mías, acertadas o equivocadas.

Hace tiempo que me di cuenta que lo que era la felicidad para mí. Ser feliz no era cuestión de estar rodeado de gente, ni de tener muchos amigos, ni de tener una pareja que me hiciera vivir entre almohadas. Ni siquiera era cuestión de dar, ni de que me dieran lo que necesitaba. Era cuestión de vivir el día a día, siendo muy consciente de la realidad, sabiendo a que podía aferrarme y a que no.

Los golpes te van enseñando a ver, a sentir cual es esa realidad que puedes utilizar para vivir y esa que tienes que desechar porque ya no te vale. Y puede ser muy fácil o muy difícil según el pensamiento que se dedica a cada una. En alguna ocasión me has dicho que soy una persona que ha aprendido a conformarse. No me veo así. Lo que siento es que no busco quimeras donde no las hay, no busco fantasías. Me he estudiado tanto para salir del bache donde estuve metida, que conozco también lo que tengo a mi alrededor. Si te conoces a ti mismo, no tratas de buscar donde no hay que buscar. Lo que he anhelado toda mi vida, ya lo tengo y no me di cuenta hasta que me hundí.

Alguna vez has comentado que necesitas a tu lado a una persona que te lleve de un lado a otro, que sea activa, que te proponga planes, salidas. Yo sé que esa persona ya está en tu vida, lo que pasa es que en momentos determinados, cuando pasamos por baches, creemos que el de enfrente es mejor que uno mismo, en eso en lo que somos el ideal. Porque nadie te va a conocer más que tú.

Piénsalo fríamente, mírate desde fuera… Antes de tomar una decisión. Tú eres la dueña de tu felicidad y yo… Sólo quiero sentirte feliz.



sábado, 15 de octubre de 2011

Hospital





Patadas. De esas que vienen de vez en cuando. A todos sin remisión. Y no es que las busques, es que vienen. Y no las buscas, pero son de ley. Entonces la boca del estómago se cierra mientras todas las hormigas del mundo han decidido pasearse por el cuerpo. Las horas de sueño se reducen y parece que la noche no tiene fin.

Hace meses que no estamos pero el teléfono habla. Por temporadas. O mucho o nada. Ahora regurgita de las entrañas, llantos, sonrisas y cariños. La sangre tira y después de la operación, la espera angustia. A mí no me toca entrar. Entra quien debe hacerlo y al salir, observas que el llanto acogota, porque allí dentro hay que aguantar las ganas.

Pero al final me toca entrar y mientras una sonrisa me ilumina la cara, el interior sólo quiere llorar. Los cables, las pantallas y las bolsas rinden homenaje a un cuerpo amarillento, machacado por las agujas. Te emocionas al verme.

Mira, voy a estar tan delgada como tú. Le contesto que cuando salga de allí, iremos a hacer pasarela como las modelos. La siento tan agotada que sé que no tiene fuerzas ni para mantener los ojos abiertos.

Un pensamiento, un sentimiento, una emoción, ni sé lo que es…

¡Os parecéis tanto! No te gusta que te lo digan, lo guardo para mí, pero, ¡te pareces tanto! Parece que la estuviera viendo en tus ojos. Tus nietos te guardan desde las fotos colocadas en la pared de enfrente.

El médico que te atiende en este turno se ha enrollado. Mi visita dura dos horas y media. Me voy triste pero estoy segura de que nos veremos pronto, en la calle, mientras el sol te ilumina la cara y el viento te acaricia el pelo.



domingo, 9 de octubre de 2011

De cumpleaños





 




Si pedía, era exigente.
Si llamaba, las respuestas evacuaban adioses.
Si mandaba mensajes,
las palabras de vuelta escupían hirientes acusaciones de egoísmo
y de carencia de saber sobre las relaciones humanas.

Encontré una cabida para no pedir,
para no llamar, para no escribir.
Y viví otros derroteros,
esperando hallar esquinas amables
de las que uno mismo es el dueño. 

Aquella relación tan intensa, pasó a ser una tristeza
a la que conseguí darle la importancia que se merecía.
La del presente, sintiendo como tal, el día a día. 

Las confidencias se relegaron
a un “nos vemos”, “estamos”, “hablamos”.
En Navidad, un detalle, a la vuelta de un viaje, otro,
sin pedir nada, sólo por dar, el placer.
Y en los cumpleaños un regalo...
que durante años entregué, días después. 

Este año, como el no ya lo tenía,
decidí insinuar jornadas antes,
 si cabía entregarlo ese mismo día.
Accedieron a mi petición y en armonía de café,
coloqué mi regalo en la mesa y el de otro amigo también. 

Se abrieron los regalos plagados de fotos poetas,
sonrisas de dulce chocolate y palabras completas,
hasta que otras palabras se retorcieron extrañas
en curioso remolino de sucintas amalgamas. 

¿Qué nos exiges?
¿Qué él no cogiera fiesta el día de su cumpleaños?
¿Qué lo no tomará yo,
por casualidad coinciden,
el del cumpleaños de mi hijo?
¿Qué vaya a trabajar el día del mío? 

Aquí se acaba esta poesía.
Que yo conozca,
no vas a trabajar en tu cumpleaños,
cada uno elige lo que hace ese día,
que para algo es su día.

¡Ah!
Y yo no tengo ningún problema
en quedar el día de mi cumpleaños.
Pero fuera del trabajo.