sábado, 27 de octubre de 2012

Melocotones II














No hacen falta que sean melocotones, ni que una caja de bombones nos mire desde un rincón.

El secreto está en tratar de encontrar en la cotidianeidad, las mismas sensaciones que tenemos cuando estamos viviendo algo nuevo y que consideramos especial. Tengo muy presente que las situaciones que nos acompañaron siendo niños y adolescentes son aquellas que más nos marcan durante el tiempo que dura nuestra existencia.

Quizá nos pasamos la mayoría del tiempo rememorando momentos ya sucedidos, buenos o malos y perdiendo oportunidades para sentir nuevas emociones. Porque cuando éramos jóvenes todas esas experiencias eran precisamente eso, nuevas, y las contemplamos como algo maravilloso o terrible.

Con el paso de los años, los malos momentos se van apaciguando, se viven de distinta manera, duelen menos porque el transcurrir del camino nos enseña a hacerlo más llevadero siempre que no nos empeñemos en seguirlos sintiendo como si se repitieran constantemente.

¿Pero qué sucede con los buenos momentos? La mayoría de las veces nos quedamos en eso, lo fueron pero ya no lo serán.

Recuerdo que mi padre tenía una manera muy peculiar de pelar las manzanas. Bueno, para mí así lo era. Él comenzaba a pelar la manzana desde un lado y le daba vuelta sin dejar que la peladura se rompiera. Cuando dejaba el cuchillo en la mesa, aquella piel tenía la forma de una verde espiral que yo utilizaba para jugar uniendo sus dos extremos, haciéndola botar como si fuera un yo-yo.

Hoy, utilizo la misma técnica para pelar las manzanas, las peras, las patatas y los melocotones.

Para las naranjas es distinto. Les quito la cabeza y el culo, tratando de sacar la piel del medio. Después corto la peladura en gajos y se la retiro ofreciéndose a mi paladar el interior de la naranja. Mi boca espera saciarse con el amargor de la piel de los gajos y con la mezcla del ácido y dulce de su pulpa.

Cada persona, seguro que tiene preciosos recuerdos cargados de esa mirada vista desde los ojos de un niño. Recuerdos de visitas al campo, o de una tarde en la playa o de chapotear en un charco después de una tormenta. Y son esos recuerdos los que se viven desde las entrañas, saboreando cada instante. Es más, si conseguimos vivirlos así, podremos trasladar esa experiencia a otros momentos más nuestros, más de nuestro ahora.

Un abrazo como si fuera el último, una tarde de sol sintiendo el calor sobre la piel, regresar a casa después de un frío día para tomar un té caliente…

¿Por qué nos obcecamos en recordar los malos momentos, en vez de volver a vivir los que nos llenaron en la niñez? ¿Qué sentimos cuando vemos a un niño sorprendido por conocer por a un pollito? ¿O a ese mismo niño comiendo chocolate por primera vez?

Yo como melocotones en verano y fresas en invierno y en mayo busco campos de amapolas.

¿Qué amas tú como si fuera la primera vez?
 
 
 
 

9 comentarios:

Trini Reina dijo...

Pues me pillas en Babía:)

Tendría que retrotraerme mucho hacía atrás. Pero seguro que tengo, como todos, momentos apreciables guardados como tesoros.
El caso es seguir atesorándolos.
Si no fuese por mi capacidad de olvidar los malos momentos, yo ya no existiría...

Besos

José Manuel dijo...

Momentos agradables tengo muchos en el recuerdo, y precisamente por haber podido conservarlos por encima de los malos, todavía tengo fuerzas para vivir y espero no me falten nunca.

Besos

mj dijo...

Dicen que somos viajeros del tiempo, siempre entre el pasado y proyectando un futuro. Y no está mal, pero como dices bien, ¿por qué no traer lo bueno y vivir nuestro presente con la emoción que eso nos produce? por lo menos evitaremos proyectar un futuro desolador.
Yo sigo amando la luz de las tardes, es preciosa.
Un abrazo grande

Juan Pardo dijo...

Muy bella y cierta reflexión.Tienes la capacidad de empatizar con los entresijos de mi yo más profundo.Mi infancia transcurrió en un pueblecito de Almería y sin duda alguna son muchas las sensaciones...sabores , olores ,visiones....que alimentan mi presente y me invitan a sguir valorando lo realmente importante ;a pesar de los miedos , frustraciones y sinsabores.Un cálido abrazo.

Ojo de fuego dijo...

Trini: ¿Sabes? Yo no olvido los malos momentos, quizá los dejo dormidos por siempre. Por eso que alguna vez sueño con ellos...

Además lo sacado de esos momentos, ha sido muy beneficioso en ciertos aspectos, en otros no tanto...

Nena... Y no los guardes como tesoros... Vuelve a vivirlos siempre que puedas.

Besos
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José Manuel: Colocarlos encima de los malos, sobre todo eso es lo que hay que hacer. Es lo que nos mantiene en la cima, lo que nos ayuda a sobrellevar muchas cosas...

Besos
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mj: Y es lo mejor que podemos hacer. Antes me quedaba esperando situaciones que si o si entendía que tenían que venir. Ahora hago que se repitan las que sólo dependen de mí... Y que bien sientan...

Por cierto, acabo de comer un montoncito de castañas asadas... ¡Qué recuerdos más maravillosos! Ahora son parte de mi presente...

Besos
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Juan Pardo: Me alegro muchísimo de que tú también sepas conectar con ese yo tan niño que todos llevamos dentro. Lo triste es que en muchas ocasiones nos quedamos con lo malo en vez de disfrutar de lo bueno...

Los miedos, los sinsabores y las frustraciones están en la vida, pero esos momentos tan mágicos nos ofrecen tantas alegrías que llegamos a olvidarnos de aquellas tristezas...

Besos

Calma en días de tormenta (Darilea) dijo...

Me encanta retroceder en el tiempo y reposar en los sábados por la tarde en la que veíamos "La casa de la pradera" los 4 miembros de la familia juntos. Ese momento aunque parezca una tontería me llena de ternura. Besitos :)

Ojo de fuego dijo...

Oréadas: Ayyyyy!!!! A mí también me encanta La casa de la pradera. Estoy segura de que volvieran a reponer la serie me la tragaría entera....

Era sencillamente la vida, la vida sencilla de un pueblo, de una familia...

Besos

Unknown dijo...

Me encantó ! Mira, no sabría decirte que es lo más bueno o lo que me gusta más. A mí todo me sorprende. Es esa capacidad de asombro la que me salva.Y generalmente me sorprenden cosas pequeñas, sobre todo de la naturaleza. Ahora ,que soy una niña de setenta años no he perdido esa caractística . Besos de luz.

Ojo de fuego dijo...

María del Carmen: Es amravilloso que sigas teniendo esa capacidad de asombro y de saber aprovechar todos los momentos como si fueran el primero. Es lo mejor que podemos hacer ante las tristezas que nos vienen solas, ante las angustia que a veces nos presenta la vida...

Gracias por tus comentarios

Besos