
Desde el suelo
Mi profesora de arte era genial. Había recorrido medio mundo y gracias a ello y a su afición a las diapositivas, su clase era mi favorita. No faltaba momento en que me sorprendiera con alguna imagen que llevaba a mi mente a soñar despierta. Por el mundo hay lugares, algunos recónditos, otros más cercanos que me provocan una terrible fascinación.
¿Qué trae esa sensación? No lo sé muy bien. Hay rincones en los que creo que encuentro algo de dentro, fuera. Entonces es como que me rodean escalofríos de sentirme arropada. Algún día visitaré Egipto o Petra o montones de sitios.
Siento verdadera pasión por la pintura, la escultura y como no, por la arquitectura. Por algo terminé dibujando, lo justo, que las notas no daban para más.
Sólo por unos días he recorrido las calles de una ciudad que me ha sorprendido, halagado, entusiasmado… Desde la antigüedad, hasta nuestros días, un ritmo de movimiento entre calles que me lleva a situarla por encima de las ciudades que he visitado hasta ahora.
He cenado a la luz de las velas en el Trastévere, paseado en un mercado de Navidad en la plaza Navona, bajado las escaleras de la plaza de España, rodeado por dentro y por fuera el Coliseo. He echado una moneda en la Fontana de Trevi, recorrido los pequeños callejones del interior del castillo de Sant´Angelo, he probado varias veces el tiramisú. La plaza del Pópulo, el Panteón y dar unas cuantas vueltas hasta encontrar la iglesia que retiene en su interior el Moisés de Miguel Ángel han sido parte del itinerario.
Y también, como no, visitar el Vaticano. La basílica con su cúpula y los museos vaticanos. Y lo que más, recuerdo de esos años de estudiante, la magnífica estructura del baldaquino de San Pedro, altar papal construido en bronce, apoyado en unas soberbias columnas salomónicas.
Lo más decepcionante de esta visita a la maravillosa Roma ha sido comprobar, lo poco que cuidó la propia ciudad su espléndido legado, su legado romano.
Una estatua puede moverse de sitio pero destruir todo un imperio en afán de construir otro resulta triste. El baldaquino de San Pedro, se realizó con bronce que dormía en el Panteón y el foro romano se desmontó para construir otros edificios modernos. Lo que queda, se cuida ahora, pero durante siglos fue la cantera de los picapedreros.