lunes, 29 de noviembre de 2010

En construcción







Es fácil criticar,
porque quien critica a otros, no mira dentro.

Fácil cuestionar el afuera,
ya que haciéndolo no hay autoinculpación.

Es fácil dejar cerca desaprobaciones y chascarrillos
para no mirar donde se debe.

Porque el camino difícil
es eso, difícil y angosto
y mientras la facilidad del dejarse llevar
domine las necesidades,
no hay que lavar la conciencia.

Colocar cimientos de sentimiento armado
con buenas intenciones que resistan todo,
estructura de sensaciones,
y correctos y fuertes asientos de fortaleza
dan demasiado trabajo si lo que se busca
es el fácil sosiego y descanso.

Cuando lo bueno es construir,
en armonía de ladrillos y sinfín de intenciones.
Cuando lo fantástico es trabajar
en aquello que conduce a sentirse pleno.
Y sólo hace falta encontrar
lo que nos dirige a esa plenitud.





jueves, 25 de noviembre de 2010

Acceso total






No puedo mirar desde fuera, la objetividad sobre mi persona está fuera de toda duda. Lo que siento, lo siento y lo que no siento está lejos del día a día que vivo.


Podría mirarme en un espejo o en una fotografía pero terminaría sintiendo lo que pasa en ese instante o lo que sucedía en el momento de realizar la foto.

Porque sólo tengo acceso total a una mente, a una conciencia, a una lucha, a un mundo, a un pensamiento y a una subjetividad que me guía por allí donde me mueva, independientemente de lo que sientan o vivan otros.

Acceso total a pensar, a creer, a sentir, a luchar. Acceso total a crecer, acceso total a vivir.

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domingo, 21 de noviembre de 2010

Quietud










Duerme la tormenta, calla el trueno
y la luz se recoger a reposar la noche,
mientras las voces diurnas se rinden
a la dulce entrega del sueño.

Desde la ventana observo
los charcos de agua que se han rendido
a la expresión última de la tranquilidad.
Superficie de cristal en éxtasis.





miércoles, 17 de noviembre de 2010

Hoy








El habitáculo es pequeño para mí. Apenas puedo moverme. Hace varias semanas que la situación es insostenible pero algo en mi interior me decía que tenía que esperar. En el fondo estoy a gusto. No paso frío y la comida que me proporcionan es de buena calidad. No puedo quejarme pero he de reconocer que estoy incómoda.


Sé que me quedan pocas horas aquí porque esta noche ha sido terrible. Ella se ha echado a dormir y no me ha dejado sitio. He empezado a revolverme y creo que se ha dado cuenta de que no puede dejarme por más tiempo dentro.

No sé donde estamos. Han salido corriendo y después de tanto trajín estoy un poco cansada pero no consigo dormir. ¡Qué nochecita! Ella respira y empuja, suda y hasta grita aunque creo que la que hace todo eso soy yo. Me resisto. Tengo tantas ansias por salir que me enfrento de cara con la salida. Por el agujero veo gente vestida de color verde. Nos rodean. Me asusto y vuelvo a esconderme. Escucho voces. Que si no sale, que si viene de cara. Para salir estoy yo. No me dejan echar una siesta y encima hay marcianos ahí fuera.

Pues si no es de una manera de otra. Le ponen una bolsa con vete a saber qué y se duerme y después le rajan la barriga. Y de repente me sale medio cuerpo por el boquete que han abierto. No dejan de mirarme. No me termina de molestar porque cada vez me siento más tranquila.

¡Puedo moverme a mis anchas! ¡Me estiro cuanto quiero!

De repente siento una sensación poco menos que caótica. Parece que me ahogo, algo no va bien. Me abren la boca, me la limpian y meten un bastoncillo de algodón por la nariz y ahí viene el aire entrando como un huracán por mis pulmones. Grito de alegría dando la bienvenida a la luz que mis ojos intuyen. Oigo, respiro, vivo.

Cuando mi madre se despierta, me reciben sus brazos. Sus caricias, las primeras que recibo, las primeras. Es su cumpleaños. Veintiseis. Menudo regalo que le hago y menudo me ofrece ella a mí. La vida que me acompañará hasta el último día.

¡Feliz cumpleaños, ama!


¡Feliz cumpleaños, hija mía!
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domingo, 14 de noviembre de 2010

Me visto y me desvisto






El pijama de color azul turquesa con búhos de grandes ojos me acompaña al levantarme de la cama. Después de un desayuno caliente, me desvisto y me visto.

Voy con mi hijo a la parada del autobús y acto seguido a la masajista. Me desvisto y me visto cuando termina conmigo.

Regreso al barrio. Compro el pan. El supermercado no me espera pero las tareas de la casa, sí. Me desvisto y me visto.

Lavadora, algo de plancha, la comida. Como y me desvisto y me visto.

A trabajar. En el vestuario, me desvisto y me visto.

Al finalizar la jornada laboral, me desvisto y me vuelvo a vestir. En medio una ducha rápida.

Retorno a casa y allí me desvisto y me visto.

Después de cenar, un ratito de charla o lo que se tercie. Me desvisto y me visto.

La misma tarea casi todos los días. He visto que me visto y desvisto ocho veces al día, como en un tebeo. Podía haber ido a correr y sería otra más, o al médico a algún asunto.

Y al final termino con el pijama de color azul turquesa con búhos de grandes ojos.
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jueves, 11 de noviembre de 2010

Cada día











Cada día que transcurre
sorpresa de actitudes,
tránsito de colores dibujado a pétalos,
como las bien amadas flores.

Cada día se despereza el despertador
y se anima mi aliento,
porque sólo tengo problemas
si sigo insistiendo en querer verlos.

Los segundos mueven en arrebato
la rutina que encantada, canta.
Pintan de presentes extraños, la esperanza.
Cambiantes las estaciones, bailan.

Cada día transcurre el tiempo
de nosotros, tuyos y míos,
porque siento que esta vida
nunca terminará conmigo.

 
 
 

domingo, 7 de noviembre de 2010

Hojas








Las hojas se mueven. Bailan. Giran sobre si mismas mientras descienden de las ramas de los árboles. Parece que en un alardeo de orgullo pretendieran demostrar que aún les queda mucho por dar. Y dan, vaya que si dan. Durante ese otoño que todos los años viene rodeado de viento y lluvia, ellas ofrecen delirios de colores desde lo alto al suelo. Con el frío se duermen los árboles y tiran lo que les sobra en afán de descanso. Las hojas caen bailando una danza parecida a la del año pasado y sobre la hierba depositan su delgada carga en alfombra multicolor que se secará a medida que pasen los días.


El color del verano se marcha, abandona dejando paso a los rojos, naranjas, amarillos y marrones. Como en un lienzo, el otoño nos pinta de nuevo su existencia al ritmo del tiempo, al compás de la vida que ahora necesita sosegado reposo. Suena a chisporroteo de aceite en la sartén y, como música que rompe el silencio, crujen las hojas bajo los pies.

Huele a musgo, a tierra mojada cargada de sentido. La tierra que nos sustenta, esa tierra a la que caen las hojas.
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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Análisis de mercado







En la reunión sobre márketing,
se juntaron los grandes de la empresa.
El corazón, el cerebro y el cuerpo,
a los que se unieron los grupos que formaban
el resto de departamentos.

Todos juntos estudiamos el mercado a la vista,
ya que la competencia era muy dura.

Podríamos haber iniciado una técnica de acercamiento,
el trámite habitual en la mayoría de los casos,
pero nos terminamos remitiendo a la certificación
que nos había presentado el cerebro.

Los fondos que podía utilizar eran escasos
y los factores a tener en cuenta,
demasiado arriesgados para tratar de seguir adelante
con lo que había pretendido.

No podía permitirme el lujo de volverme a enamorar.

El exhaustivo análisis recién presentado
fue demasiado realista.
Me di la vuelta y regresé a casa.

A él, se lo ligó otra.