martes, 28 de junio de 2011

La botella de agua





¡Cuántas cosas pueden sacarse de un mismo suceso! ¡Cuántas sensaciones pueden apreciarse si se observan desde distintos puntos de vista! ¡Cuántas! 

Me recuerda a esos esquemas que hacía cuando estudiaba arte o historia. Escribías “España” y después empezabas un desarrollo exhaustivo desde la Prehistoria hasta nuestros días. O cuando tratábamos sobre filosofía. El momento vivido atraía a todos los estudiosos de la época cuyo instinto les llevaba a escudriñar cientos de conjeturas, para después quedarse con la más interesante a sus ojos. En aquellos esquemas se desbordaba un desarrollo de datos que se repartían bien ordenados en el tiempo y el espacio. Porque era lógico todo aquel montón de datos específicos, ciertos y precisos, ciertos para quien quiera que lo sean.

Ahí está el centro de todo, el punto en el que cada persona interpreta sus emociones, sus sentimientos, sus por ques, sus afirmaciones y evasivas.

Tengo delante una botella de agua de medio litro. El plástico de la botella es de color azul, permitiéndome su transparencia ver el agua que todavía se pasea en su interior, un cuarto de su interior, unos125 ml. En la parte alta de la botella hay pequeñas gotas pegadas por dentro. Está cerrada con un tapón de plástico azul. Mientras escribo, al desplazar el bolígrafo sobre el papel, el agua de su interior se balancea lentamente, tiembla suave como si estuviera suspendida. La botella tiene pegada una etiqueta colmada de letras blancas, contadoras de información. Que si donde está el manantial, cuando consumirla, su análisis químico, donde ha sido embotellada. Debido a la luz existente a su alrededor, la mesa sobre la que se apoya recibe cuatro sombras, reunidas en cruz. Aparto la botella de la mesa y las sombras se alejan, la apoyo de nuevo y vuelven a juntarse.

El agua que terminaré por tragar me llenará la boca y bajará deslizándose por la tráquea regando todos mis adentros, flotando en un mar de entrañas. Y será mi cuerpo el que sienta y será esa agua el que corra dentro de mí, igual que mi seso saboreará cada una de las sensaciones que reciba al llegarle el agua.

Y si de una botella de plástico azul medio llena de agua percibo esas visiones, que no recibiré del día a día con  cada experiencia vivida, con cada sentido que parece no tener sentido, con los sentimientos que se contradicen, con las emociones que corren desbocadas o con aquellas que se sientan a contemplar el temblor de las hojas de un árbol.

Y si no niego todas esas sensaciones, no sé que hago negando otras. Si siento de determinada manera, no sé por qué trato de ocultar esos sentimientos que son parte de mi yo más profundo. Se podrá tratar de esconder a otras personas quien se es y cómo se siente, pero a uno mismo es imposible, porque al final termina saliendo, apareciendo, siendo.

Y somos todo y somos nada. Hoy estamos sanos y mañana nos come la vida una enfermedad. Nos creemos dioses y con un empujón caemos al suelo. Salimos corriendo porque hay que llegar a algún sitio hasta que nos terminamos estrellando. Y lo hacemos porque tenemos que esconder esa parte de nosotros que nos asusta, esa que seguimos escondiendo, esa que negamos...

Cada perspectiva a un mismo suceso, puede llenar tanto la existencia como la falta del suceso mismo con la contrariedad que ello supone.

Sólo hay que sentarse y observar desde todos los puntos de vista, la botella de agua, sea el todo o la nada.





3 comentarios:

Trini Reina dijo...

No es sano escondernos de nosotros mismos o engañarnos durante mucho tiempo.
A vista de nuestro interior hemos de ser transparentes como ese agua.
Luego, conforme a los demás, podemos cambiar el color de la botella, según sea el caso.

Besossss

Trini Reina dijo...

No, no es un árbol seco, sino tardío:)

Besos

Ojo de fuego dijo...

trini: ¿Sabes lo que siento? No es el hecho de engañarme. Es más el sentido de tener que cambiar el color de la botella demasiadas veces. Tantas que al final me lo acabo creyendo, me acabo creyendo que me siento bien funcionando como los demás quieren que lo haga y después lo acabo pagando con mi salud y como bien dices no es sano.
Nada sano...

Lo del árbol, despiértalo ya, que va siendo hora...

Besos